¿Qué es la muerte?
Material compilado únicamente para las
Adicciones sin fines de Lucro.
¿QUÉ ES LA MUERTE?
Parte V.
Fuente.
Geshe
Kelsang
Gyatso
Budismo
moderno
El
Camino de La
Compasión
y La
Sabiduría.
Nuestra muerte es la separación definitiva de nuestro cuerpo y mente. Es
posible que en ocasiones la mente se separe del cuerpo de manera temporal, pero
esto no es la muerte. Por ejemplo, cuando el practicante que ha completado su
adiestramiento en la práctica conocida como transferencia de consciencia
realiza esta meditación, su mente se separa del cuerpo. Este último permanece
en el lugar donde el yogui está meditando, pero su mente viaja a una tierra
pura para luego regresar de nuevo al cuerpo. Por la noche, cuando soñamos,
nuestro cuerpo se queda tendido en la cama, pero nuestra mente viaja por
diferentes lugares oníricos y luego regresa al cuerpo. Estas separaciones del
cuerpo y la mente no son la muerte porque solo son temporales.
Al morir, la mente se separa del cuerpo para siempre. Nuestro cuerpo
permanece en el sitio en que se quedó en esta vida, pero nuestra mente viaja a
distintos lugares en nuestras vidas futuras, como el pájaro que abandona su nido
para volar a otro. Esto muestra con claridad la existencia de vidas futuras y
que la naturaleza y funciones de nuestro cuerpo son muy diferentes de las de
nuestra mente.
Nuestro cuerpo es una forma visual que posee color y forma, pero la mente
es un continuo sin forma que siempre carece de color y forma. La naturaleza de
la mente es vacía como el espacio y su función es percibir o comprender
objetos. De todo ello se deduce que el cerebro no es la mente. El cerebro no es
más que una parte del cuerpo que puede, por ejemplo, ser fotografiado, mientras
que la mente no.
Es posible que no nos agrade oír hablar de la muerte, pero contemplarla y
meditar en ella es muy importante para que nuestra práctica de Dharma sea
eficaz. Esto es así porque nos ayuda a superar el obstáculo principal de
nuestro adiestramiento espiritual –la pereza del apego a los asuntos de esta
vida– y nos anima a practicar el Dharma ahora mismo.
Si lo hacemos de este modo, realizaremos el verdadero significado de
nuestra vida humana antes de que nos llegue la muerte.
CÓMO MEDITAR EN LA
MUERTE
Primero realizamos la siguiente contemplación: Mi muerte es inevitable y no
es posible impedir que mi cuerpo degenere. Día a día, momento a momento, mi
vida se va consumiendo. La hora de mi muerte es incierta, puede llegar en
cualquier instante. Algunas personas jóvenes mueren antes que sus padres, otras
nada más nacer, no hay certeza en este mundo. Además, existen innumerables
causas de muerte prematura. Muchas personas fuertes y sanas pierden la vida en
accidentes. Nadie puede garantizarme que no me vaya a morir hoy mismo.
Después de reflexionar de este modo varias veces, repetimos mentalmente:
«Quizá me muera hoy, es posible que me muera hoy», y nos concentramos en la
sensación que nos produce este pensamiento. Transformamos nuestra mente en este
sentimiento: «Quizá me muera hoy, es posible que me muera hoy», y nos
concentramos en él de manera convergente durante tanto tiempo como podamos.
Hemos de realizar esta meditación una y otra vez hasta que creamos cada día de
manera espontánea que «es posible que me muera hoy». Finalmente llegamos a la
siguiente conclusión:
«Puesto que he de marcharme pronto de este mundo, no tiene sentido que me
apegue a los disfrutes mundanos. En lugar de desperdiciar mi vida, a partir de
ahora voy a dedicarla a practicar el Dharma con pureza y sinceridad». Debemos mantener
esta resolución día y noche.
Durante el descanso de la meditación hemos de esforzarnos sin pereza en
practicar el Dharma. Reconociendo que los placeres mundanos nos engañan y nos
distraen del objetivo de llenar nuestra vida de significado, debemos abandonar el
apego que les tenemos. Si nos adiestramos de este modo, superaremos el
obstáculo principal de nuestra práctica pura de Dharma.
LOS PELIGROS DE LOS
RENACIMIENTOS INFERIORES.
El objetivo de esta exposición es animarnos a preparar una protección
contra los peligros de los renacimientos inferiores. Si no lo hacemos ahora que
poseemos una vida humana dotada de dones y libertades, y tenemos la oportunidad
de hacerlo, cuando hayamos caído en uno de los reinos inferiores será demasiado
tarde y nos resultará muy difícil volver a obtener otra preciosa existencia
humana. Se dice que es más fácil para los seres humanos alcanzar la iluminación
que para otros seres, como los animales, obtener un precioso renacimiento
humano. Este entendimiento nos anima a abandonar las acciones perjudiciales,
acciones negativas, a practicar la virtud, acciones positivas, y a refugiarnos
en Buda, el Dharma y la Sangha –los amigos espirituales supremos–, que es la
verdadera manera de protegernos.
La causa principal para renacer en un reino inferior es cometer acciones
perjudiciales, mientras que practicar la virtud y refugiarnos en Buda, el Dharma
y la Sangha son las causas principales para obtener un precioso renacimiento humano,
que nos brinda la oportunidad de alcanzar la liberación permanente de todo el
sufrimiento. Las acciones perjudiciales de mayor gravedad son la causa para
renacer en los infiernos; las de gravedad media, para renacer como un espíritu
ávido; y las más leves, para renacer como un animal.
En las escrituras budistas se dan numerosos ejemplos de cómo las acciones
perjudiciales nos hacen renacer en uno los tres reinos inferiores. Había una
vez un cazador que se había casado con una mujer procedente de una familia de
granjeros. Cuando el cazador murió, renació como una vaca en la granja de la
familia de la mujer. Después, un carnicero compró esta res, la sacrificó y
vendió su carne. El cazador renació siete veces como una vaca en la granja de
la misma familia y así se convirtió en alimento para los demás.
En el Tíbet hay un lago llamado Yamdroktso al que a menudo acudían muchas
familias de la aldea más cercana para pescar. Un día, un gran yogui
clarividente visitó la aldea y dijo: «Veo que los aldeanos de este pueblo y los
peces del lago se van reemplazando unos a otros vida tras vida». Lo que quería
decir es que las personas de la aldea que disfrutaban pescando renacían luego
como peces, convirtiéndose en alimento para los demás; y los peces, a su vez,
renacían como pescadores que disfrutaban pescando. De este modo cambiaban su
aspecto físico y seguían matándose y comiéndose unos a otros. Este ciclo de
sufrimiento continuó generación tras generación.
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