Segunda Asignatura Set de reflexiones Regla XV


No hables de ti mismo. No te compadezcas de tu suerte.
Tratado Sobre Magia Blanca. Alice A. Bailey.
(Adaptación para las personas de Adicciones Alcohol/Crack/etc.)

Recuerden que las quince Reglas fueron dadas para toda la humanidad, nosotros hacemos nada más una ligera <<adaptación>> para las adicciones; hemos tenido la oportunidad de dar estas pláticas en muchísimos lados y yo siempre sigo diciendo y poniendo el ejemplo que <<no conozco a ningún adicto>> que despierta y diga —hoy me voy a convertir en adicto— por supuesto que ¡no! Venimos arrastrando <<severos problemas psicológicos>> cuatro, cinco, diez hasta los doce años, esos detonantes un día menos pensado ¡pas! Explotan y por supuesto que tenemos los severos problemas que ya sabemos.

Como no hemos tenido la oportunidad no nos han explicado en <<nuestras casas>> cómo funciona esto de la mente ¿Qué es la autoestima? Los valores espirituales del ser humano, si no que estamos en la mayoría de los casos dicen los que saben de esto [en familias disfuncionales] en —familias donde hay adiciones al alcoholismo y a la drogadicción— por supuesto, por mucho que yo estando niño de cuatro a seis años alce la mano de que me está sucediendo algo ¡no me van a hacer caso!

Se van a hacer los desentendidos y van a emplear “la negación” de ahí entonces que cuando ya estamos con los problemas de las adicciones pues nos las pasamos hablando exactamente de <<nosotros mismos>> no hacemos otra cosa más que hablar de nosotros mismos y más aún de estarnos compadeciendo de nuestra suerte; se lee muy sencillo “No hables de ti mismo” y lo único que hago es estar hablando de mí mismo, hemos hablado ya en las reglas anteriores de las personas que se dedican a vender la droga, lo único que hacen exactamente es hablar de sí mismos; —mira cuanto vendo, cuanto tengo, tengo este poder, soy el jefe de la banda, de la banda— el adicto igual nada más habla de mí mismo porque empieza la auto conmiseración en este caso la Regla dice: <<No te compadezcas de tu suerte>> y empieza la auto conmiseración “es que a mí no me querían” “no me hicieron caso” etc. Todo esto hemos estado diciendo que es [verídico] los casos existen y son los detonantes, pero yo tengo la oportunidad de empezar a cambiar o modificar mi <<Karma>> no sabría yo a ciencia cierta [si es cambiar] pero modificar mi “Karma” si lo podemos hacer, y eso es entonces lo que nosotros tenemos que estar haciendo.

¿Cómo voy a modificar mi Karma? Bueno pues precisamente eso es lo que nosotros estamos hablando, esta última regla para las personas que se han encargado de estar “difundiendo” las otras reglas esta es la última regla este es el último Set de esta serie de reglas por lo tanto bueno pues hemos querido en el tiempo en que tenemos hablar y dejar en esta Regla ¿Qué son las cuatro nobles verdades? ¿Qué es ese óctuple sendero? Que el Buda nos habló, cuando nosotros estamos diciendo que la regla dice: No hables de ti mismo, no te compadezcas de tu suerte bueno pues Siddhartha Gautama cuando llega a ser Buda, él se da cuenta precisamente de esto, <<que la causa de todo el sufrimiento que tiene el ser humano son los Deseos>> hemos hablado todas las reglas anteriores de esos “Deseos” ¿pero que son esos deseos? ¿Cómo se combaten? ¿Qué es lo que yo tengo que hacer? Los vamos a estar leyendo, hay muchísimos libros que hablan de las cuatro nobles verdades y del óctuple sendero, sería de nuestra parte muy difícil tener todos esos libros y de ahí estar hablando de cada libro, tenemos uno y de aquí nosotros nos vamos a poyar, lo importante de esto es que todos los libros coinciden que las <<Cuatro nobles verdades>> hablan de la existencia del “deseo” y como tenemos que combatirlo.

Para esta última regla la sugerencia para el estudiante —se espera que tenga ya un poquito de actitud y postura— para poder combatir este poderoso [espejismo] que me ha traído muchísimo sufrimiento y <<son las adicciones>> no estamos diciendo que tenga muchísimo un “poco” de cambio de —actitud y postura— él a estas alturas es la última regla que estamos hablando que debe de haber pasado más <<de un año>> para todo esto porque están diseñadas para cada [mes] son quince debemos de haber pasado ya más de un año, mi “visión” tiene que ser un poco diferente no en el sentido de que yo ya haya cambiado etc. 

¡No! Mi visión tiene que ser un poco diferente anhelamos que a estas alturas de estas reglas pues haya habido ya un cambio <<interno>> en cada uno de nosotros, si no, no debemos de preocuparnos y lo que si tenemos que estar haciendo es seguir y como comúnmente se dice pues —estarle echándole ganas— hay un festival bueno son tres festivales que se llevan a cabo en el año el año tiene doce meses y en cada mes hay una meditación de la Luna Llena y hay tres luna llenas que son muy importantes para nosotros, en todo estas “asignaturas” que la Unidad de Servicio Sofía ha sugerido y diseñado ¡claro! Tiene todo el libre albedrío la persona que quiera hacerle modificaciones a las asignaturas para que valla siendo mucho mejor y de acuerdo a las necesidades del momento.

Pero tienen ustedes una meditación donde esteremos aprendiendo esa meditación, las meditaciones de la luna Llena, estos tres festivales que son en la <<Luna Llena de Aries, tauro, y Géminis>> se llaman el Festival de Pascua, el Festival de Wesak, y el Festival de Buena Voluntad. En el festival de Wesak se nos enseña que viene [Buda] y lleva a cabo una parte importante para dar y asestar un gran golpe al espejismo de la humanidad, y ahí se dice que nos invitan, nos leen precisamente en ese festival de Wesak estas cuatro nobles verdades, y el óctuple sendero vamos entonces nosotros a leer ¿Qué son éstas cuatro nobles verdades?

Tienen ustedes la oportunidad de estar preguntándole a la persona que les esté en estos momentos platicando del Set de Reflexiones que son, lleguen a una conclusión <<Grupal>> tengan esa conciencia grupal para el beneficio de los demás ¿cómo lo voy a aplicar yo? No traten de “imponer” ese ha sido el gran error que hemos tenido siempre todos nosotros de imponer su <<creencia>> en los demás, los dos grandes Avatares por un lado Buda y por el otro lado el Cristo, ellos son los único que ya vieron ¿Qué era lo mejor para nosotros? Y se la han dejado toda esta doctrina  a sus —discípulos— la Jerarquía espiritual del planeta y ellos a su vez  a sus discípulos y así ha llegado con nosotros.

Y lo único que tenemos que hacer nosotros es entonces “seguir estas doctrinas que nos fueron legadas” reitero, lo que voy a leer es algo que viene en este libro que se lee en el Festival de Wesak; dice aquí lo siguiente: Maitreya habla en el armonioso idioma Pali primitivo y sin embargo cada circunstante lo oye en su propia lengua materna comienza el Sermón diciendo que el sendero intermedio es el más seguro y el único verdadero. Sumirse en la grosera concupiscencia de los placeres mundanos es vil y degradante y no conduce a parte alguna. Más por otro extremo, también es maligno y estéril el extravagante ascetismo.

Puede haber algunos, muy pocos, que tengan sincera vocación para la vida contemplativa y solitaria, y pueden ser capa-ces de llevarla rectamente; y aun en este caso hay que prevenirse contra las exageraciones; más para la generalidad de las gentes el camino mejor y más seguro es vivir rectamente en el mundo y no según el mundo. Lo primero que se necesita para vivir de tal manera es conocer las condiciones requeridas por dicho género de vida. El Señor Buda las expone en forma de las siguientes Cuatro Nobles Verdades:

1. a Aflicción.
2. a Causa de la aflicción.
3. a Cese de la aflicción o manera de evitarla.
4. a Medio de eludir la aflicción.

1.- La primera verdad significa que toda vida terrena es aflictiva a menos que el hombre sepa cómo vivirla. Al comentar esta verdad dijo el Bodhisattva que la vida terrena es aflictiva en  dos sentidos. Uno de ellos es hasta cierto punto inevitable, pero el otro es completamente erróneo y se puede evitar. Para la mónada, verdadero espíritu del hombre, toda vida manifestada es aflictiva, porqué la limita y condiciona de un modo que la mente concreta no es capaz de concebir, pues no tiene idea de la gloriosa libertad de la vida superior. Exactamente en el mismo sentido se dice que el Cristo se sacrifica al tomar carne humana en el mundo terrestre.

Es sin duda un sacrificio porque se limita y renuncia entretanto a los excelsos poderes que le son peculiares en su propio plano. Lo mismo le sucede a la mónada humana que indudablemente hace un gran sacrificio al descender a la materia inferior y cobijarla durante su larguísima evolución hasta alcanzar el reino humano, cuando infunde en la materia un poco de ella misma, algo así como la punta de un dedo, y constituye de este modo un ego o alma individual.

Aunque personalmente seamos un fragmento de fragmento, no por ello dejamos de ser parte de una magnificente Realidad. No da motivo a engreírse el ser nada más que un fragmento; pero tenemos la certeza de que por formar parte de dicha Realidad podemos eventualmente alzarnos hasta ella y con ella identificarnos. Tal es la finalidad de nuestra evolución.

Y aun cuando a este fin lleguemos, tengamos en cuenta que no ha de ser para complacernos en nuestro adelanto sino para ser capaces de colaborar en el plan de evolución. Todos estos sacrificios y limitaciones entrañan sufrimiento, pero es un sufrimiento gozoso en cuanto el eso comprende la trascendencia del sacrificio y de la limitación. El ego no es perfecto como la mónada, y por lo tanto no alcanza a comprender desde luego la finalidad del sacrificio y ha de aprenderla. La tremenda limitación que ha de sufrir la mónada en cada ulterior descenso a la materia es inevitable, y por esto entraña mucho sufrimiento toda vida manifestada.

Hemos de aceptar estas limitaciones como un medio conducente a un fin, como una parte del divino plan de evolución. Hay otro aspecto aflictivo de la vida, que puede evitarse. El que vive en la ordinaria vida del mundo se ve con frecuencia atribulado. No fuera verdad decir que siempre está afligido, pero sí está muy a menudo inquieto y propenso a caer en angustiosa ansiedad. La causa de ello es que lo dominan diversas clases de ruines deseos que lo atan y aprisionan. Se esfuerza continuamente en adquirir algo que no tiene y le consume la ansiedad por poseerlo; pero cuando lo posee le conturba el temor de perderlo.

Esto no sólo puede aplicarse al dinero sino también a la posición social, al empleo, al poderío y demás ventajas materiales. Semejantes inquietudes ocasionan muy diversas tribulaciones, pues además de la ansiedad del que apetece una cosa, hay que tener en cuenta la envidia, hostilidad y malos sentimientos de cuantos otros apetecen y se esfuerzan por lograr la misma cosa. Hay otros objetos deseo que parecen mucho más nobles que éstos sin   embargo no son los superiores.

Por ejemplo, si un hombre se enamora perdidamente de una mujer que no puede corresponderle con igual afecto, este deseo contrariado es causa de ansiedad, celos, abatimiento y otras siniestras emociones. Se dirá que es muy natural el sentimiento amoroso, y efectivamente lo es, así como también es copioso manantial de dicha el amor correspondido. Pero si no es posible esta correspondencia, el desdeñado ha de resignarse y no afligirse por la imposibilidad de satisfacer su deseo.

Cuando decimos que una cosa es natural, damos a entender lo que cabe esperar del hombre ordinario; pero el estudiante de ocultismo ha de sobreponerse al término medio de la humanidad, pues de lo contrario ¿cómo podría ayudarla? Hemos de elevamos sobre el vulgo para poder tenderle la auxiliadora mano. Debemos propender a lo sobrenatural y no a lo natural en el sentido ordinario.

El clarividente aceptará desde luego la verdad de la enseñanza de Buda en cuanto a la aflicción de la vida, porque al examinar los cuerpos astral y mental de las gentes los ve sembrados de pequeños vórtices que giran vertiginosamente y representan todo linaje de siniestros pensamientos, morbosas emociones, malos deseos, inquietudes y ansiedades, que causan mucha pena, cuando precisamente la serenidad de ánimo es lo más necesario para adelantar en la evolución. El único me-dio de lograr la paz es desechar tan morbosos elementos; y así llegamos a la segunda de las Cuatro Nobles Verdades, la Causa de la aflicción.

2.- Ya hemos visto que la causa de la aflicción es siempre el deseo. Si un hombre no desea riquezas ni honores ni posición ni poderío, permanecerá tranquilo aunque la vida no se los depare. Como es hombre, algo ha de desear; pero lo desea sin pasión, suave y ecuánimemente, con la previa determinación de no conturbarse si no lo consigue.

Vemos cuan profundamente se afligen quienes pierden los seres amados que les arrebata la muerte. Si su amor fuese puro, si no amasen el cuerpo sino el alma de su deudo o amigo no experimentarían el sentimiento de separación, y por lo tanto no se afligirían. En cambio, si su deseo se contrae al contacto con la forma corporal en el plano físico, ha de causar tristeza la separación. Pero si desecharan este deseo material y vivieran en comunión con la vida superior se desvanecería la tristeza.

Algunos se afligen al ver que la vejez se les echa encima y que sus vehículos no rigen ya con la firmeza que solían. Desean recobrar la energía y las facultades de la virilidad. Les convendrá reprimir este deseo y considerar que sus vehículos hicieron ya su buen trabajo y hay que dejarlos que hagan tranquila y suavemente el que todavía puedan, sin afligirse por el envejecimiento. No tardarán en poseer nuevos cuerpos y el más adecuado medio de lograr que sean buenos es hacer el mejor uso posible de los viejos, manteniéndose en todos casos tranquilos, serenos e imperturbables. Para ello es necesario olvidarse de la personalidad de modo que cesen los de-seos egoístas y procurar servir al prójimo en cuanto de ello sean capaces.

3.- Cese de la aflicción. Ya hemos visto que puede cesar la aflicción y lograrse la paz manteniendo siempre el pensamiento en las cosas superiores. Todavía hemos de vivir en este mundo, simbólicamente llamado valle de lágrimas y estrella de aflicción, como en verdad lo es para muchos, tal vez para la mayoría .de las gentes aunque no sería necesario que lo fuera; y sin embargo, podemos vivir en él completamente dichosos si no nos apegamos al deseo. Vivimos en el mundo, pero no hemos de vivir según el mundo ni ser del mundo hasta el extremo de que nos cause inquietud, turbulencia y aflicción.

Indudablemente nuestro deber es auxiliar al prójimo en sus tristezas y tribulaciones; para más eficazmente auxiliarle hemos de ser incapaces de entristecemos y atribulamos, de suerte que no nos conturben las molestias y rozamientos que le desazonan. Si tomamos filosóficamente la vida terrena, cesará para nosotros la aflicción. Quizás alguien juzgue inasequible esta condición; pero no es así porque si lo fuera no nos la hubiese aconsejado el Señor Buda. Podemos y debemos alcanzarla, porque sólo cuando la alcancemos nos será posible auxiliar eficazmente al prójimo.

4.- Medio de eludir o evitar la aflicción. En el Noble Óctuple Sendero se nos da otra de las admirables tabulaciones categóricas del Señor Suda, tanto más hermosa cuanto que puede aplicarse a todos los grados de evolución. El hombre del mundo, aun el inculto e ineducado, puede aplicarse el aspecto inferior del óctuple sendero y hallar por su medio paz y satisfacción, mientras que el más profundo filósofo puede aplicárselo en su aspecto superior y obtener de él mucho provecho. La primera etapa de este sendero es la verdadera creencia. Algunos se oponen a este requisito diciendo que exigiría de ellos algo parecido a la fe ciega; pero no se exige en modo alguno esta clase de fe, sino más bien cierto grado de conocimiento respecto de los capitales factores de la vida.

 Requiere que conozcamos algo del divino plan en cuanto a la humanidad atañe, y si no somos capaces de conocerlo por nosotros mismos, hemos de aceptarlo según constantemente se nos lo enseña. Hay verdades fundamentales que en una u otra forma las enseñan continuamente a los hombres los instructores religiosos y las Escrituras Sagradas, y aún a los salvajes se las enseñan sus curanderos y saludadores. Cierto es que en la forma difieren las religiones y los libros sagrados, pero los puntos en que todas coinciden ha de aceptarlos quien quiera vivir dichoso. Una de dichas verdades es la eterna ley de causa y efecto. Si un hombre vive bajo la ilusión de que puede hacer cuanto se le antoje y que nunca recaerán en él las consecuencias de sus actos, no dejará de advertir que algunos de estos actos le acarrean aflicción y sufrimiento.
                                                                                              
Si por otra parte no comprende que el objeto de la vida es progresar, que la voluntad de Dios es que llegue a ser mejor de lo que es, también entonces se acarreará aflicción y sufrimiento, porque se inclinará al grosero y ruin aspecto de la vida que jamás puede satisfacer al hombre interno. De esto se infiere que ha de conocer algo de estas capitales leyes de la naturaleza y si no puede conocerlo por sí mismo está en el deber de creerlo. Más adelante, en un superior nivel, antes de recibir la segunda iniciación se nos dice que hemos de desvanecer toda duda. "Cuando le preguntaron al Señor Buda que si la fe ciega era condición de este medio, respondió:”

No; pero debéis conocer por vosotros mismos tres importantísimas cosas: 1.a que únicamente por el Sendero de Santidad y recta conducta puede alcanzar el hombre a perfección, 2.a que para alcanzarla ha de pasar por muchas vidas, mejorándose en cada una de ellas. 3. a que todas las cosas actúan sujetas a la eterna ley de justicia. En esta etapa de evolución, el hombre debe disipar todo linaje de dudas y estar firmemente convencido en su interior y en su exterior de dichas verdades; mas el hombre atrasado en su evolución ha de creerlas, pues no podrá progresar si alguien no le guía.

La segunda etapa del óctuple sendero es la rectitud de pensamiento. Ahora bien; la rectitud de pensamiento entraña dos distintas condiciones. La primera exige que pensemos en lo bueno y no en lo malo, que reservemos siempre en la mente nobles y hermosos pensamientos porque de lo contrario la llenarían por completo los vulgares pensamientos de nuestra cotidiana ocupación. No nos engañemos en esto.

Todo cuanto hagamos lo hemos de hacer exacta y solícitamente y con la necesaria concentración de pensamiento para que resulte perfecta la obra. Pero la mayoría de las gentes, cuando acaban de hacer una cosa y aun cuando suspenden su ejecución todavía piensan en frivolidades y cosas relativamente ruines. Quienes sienten devoción por el Maestro procuran tener siempre reservada su imagen en la mente, para que en cuanto se lo permitan las ocupaciones de la vida cotidiana el pensamiento en el Maestro llene su mente. A su vez el discípulo piensa: « ¿Qué haré para asemejar mi vida a la del Maestro? ¿Cómo podré mejorarme para ser capaz de mostrar la belleza del Señor a quienes me rodean? ¿Qué haré para llevar adelante la auxiliadora obra del Maestro?

Una las cosas que podemos hacer es enviar por doquiera pensamientos de simpatía y benevolencia. Recordemos también que el recto pensamiento ha de ser definido, no vago ni difuso. Los pensamientos que tienen momentáneamente por objeto una cosa y en seguida se posan en otra muy distinta son inútiles, pues no nos ayudarán en modo alguno a lograr el dominio de la mente. El pensamiento recto no puede tener ni la más leve mácula .ni sombra de sospecha, pues hay quienes por nada del mundo cederían a un pensamiento notoriamente impuro u horrible y en cambio no reparan en dar paso a pensamientos no concretamente malos, pero algo sospechosos. Nada de esto ha de haber en el pensamiento recto, y se ha de eliminar todo cuanto denote la más ligera sospecha. Hemos de estar seguros de que nuestros pensamientos han de ser perfectamente puros y buenos.

Otra acepción del recto pensamiento es la de que sea exacto, esto es, que exprese únicamente lo verdadero. Así a veces pensamos injustamente mal de una persona, movidos por el prejuicio y la ignorancia. Tenemos la idea de que una persona es mala y creemos que forzosamente ha de ser malo cuanto haga. Le achacamos intenciones y motivos que muchas veces carecen en absoluto de fundamento y al hacerlo así la juzgamos equivocadamente y por lo tanto no es recto nuestro pensamiento.

Todo hombre que no sea adepto tiene en sí algo malo y algo bueno; pero desgraciadamente nos fijamos por mala costumbre en lo malo y desdeñamos por completo lo bueno. En consecuencia, tampoco es recto nuestro pensamiento acerca de estas personas, no sólo por erróneo sino por in caritativo. Miramos tan sol0 un aspecto de la persona y desconocemos el opuesto. Además, al fijar la atención en las malas cualidades en vez de en las buenas, intensificamos el mal, mientras que por medio del recto pensamiento podríamos dar la misma intensificación al aspecto armónico de la naturaleza del hombre.

La siguiente etapa es la rectitud de palabra, y también notamos las mismas dos divisiones. Primeramente, debemos hablar siempre de cosas buenas, porque no nos incumbe hablar de las faltas del prójimo. La mayor parte de las veces no es verdad lo que se nos cuenta de los vicios ajenos, y si lo propalamos también seremos mentirosos y nos perjudicaremos a nosotros mismos y a la persona de quien murmuramos. Y aun si lo que se nos cuenta es verdad, haremos todavía peor en repetirlo, porque ningún bien podemos hacer al prójimo divulgando lo que hubiere hecho de malo, y lo mejor será callarlo.

Instintivamente callaríamos si la mala acción la hubiese cometido un hijo, hermano, padre, madre, esposa o marido, y comprenderíamos que sería muy fea acción referir la maldad de una persona amada a quienes sólo por nuestra referencia pudieran conocerla. Si no es hipócrita nuestra afirmación de fraternidad universal, nos percataremos de que no tenemos derecho a descubrir las faltas o vicios de nadie, y que debemos hablar de los demás como queremos que de nosotros hablen.

Por otra parte, advirtamos que muchas gentes no dicen verdad en lo que hablan porque incurren en inexactitudes y exageraciones, ponderando la importancia de menudencias y frivolidades, lo cual no es seguramente rectitud de palabra. Además, las palabras han de ser afables, convenientes, discretas y jamás necias. Muchísimos se figuran que ha de ser obligatoria la conversación y que es de palurdos o patanes no estar continuamente hablando. Parece como si al encontrar a un amigo faltáramos a la buena amistad y exquisita cortesía si no le damos incesante conversación. Recordemos que cuando Cristo estuvo en la tierra declaró explícitamente que el hombre habría de dar cuenta de sus palabras ociosas, pues la palabra ociosa suele ser maligna, y aunque no lo sea, siempre supone desperdicio de tiempo. Al hablar, digamos al menos algo útil y provechoso.

Hay quienes por alarde de ingenio prodigan los chistes y chanzas y han de poner siempre un comentario burlón a lo que otro dice, mostrándolo todo bajo su aspecto risible o joco-so. Seguramente todo esto entra en la clasificación de palabras ociosas, y no cabe duda de que hayamos de ir con sumo cuidado en punto a la rectitud de palabra. La siguiente etapa es la recta acción. Desde luego notamos el enlace de estas tres sucesivas etapas.

Si pensamos siempre en lo bueno no podremos hablar de lo malo, porque la palabra es expresión del pensamiento; y si pensamos y hablamos rectamente, nuestras acciones no podrán menos de ser de la misma recta índole. Toda acción se ha de considerar pronta y acertada-mente. Hay muchos que no saben qué partido tomar en apuradas contingencias, y van de un lado para otro sin resolverse a nada eficaz, siguiendo a los que tienen el cerebro mejor organizado. Otros se precipitan inconsideradamente en una violenta acción sin reparar en las consecuencias.

Aprendamos a pensar pronta y a obrar rápidamente y no obstante con perfecta consideración. Sobre todo que la acción sea siempre in egoísta y nunca movida por interés personal. Aunque esto es muy difícil para muchos, es un poder que debe adquirirse, y quien trate de vivir para los Maestros tendrá numerosas ocasiones de practicar el altruismo. Hemos de pensar tan sólo en lo que mejor convenga a la obra de los Maestros y en lo que podemos hacer en servicio del prójimo, prescindiendo enteramente de toda consideración personal. No hemos de pensar en qué parte de la obra nos gustaría desempeñar, sino desempeñar lo mejor posible la que se nos asigne. En nuestro tiempo pocos son los que viven solitarios como antaño vivían los eremitas y anacoretas. Vivimos en relación con muchas gentes; y por lo tanto, cuanto decimos o hacemos ha de afectar necesariamente a gran número de personas. Hemos de tener siempre en cuenta que nuestros pensamientos, palabras y acciones no son meras cualidades sino fuerzas cuyo uso se nos ha encomendado y del cual somos directamente responsables. Todas se han de emplear en servicio de la humanidad y si les diéramos distinto empleo faltaríamos a nuestro deber.

La quinta etapa es la de recto medio de subsistencia, y se relaciona muy directamente con gran número de nosotros. El recto medio de subsistencia es el que no daña a ningún ser viviente. Desde luego vemos que con esta etapa son incompatibles las profesiones de carnicero y pescador; pero el mandato alcanza a mucho más allá, porque si para vivir nosotros no hemos de dañar a ningún ser viviente, resulta que también queda incluido en la regla el tabernero y el vendedor de cualquier clase de bebidas alcohólicas por ser dañino el Alcohol y la venta y el consumo de las drogas. Aún hay más. Pongamos por caso el de un comerciante fraudulento.

Tampoco es recto su modo de vivir porque engaña a los compradores. Si el comerciante vende sus artículos a precio razonable sin defraudar en cantidad ni en calidad, será recto su modo de ganarse el sustento; pera engañará a las gentes desde el instante en que venda un artículo caro y malo dándolo por barato y bueno. Un recto medio de subsistencia puede ser malo si se ejerce dolosamente la profesión que lo proporciona. Debemos tratar con los demás tan honradamente como queremos que nos traten a nosotros.

La sexta etapa es la de la rectitud en el esfuerzo. Tiene suma importancia. No hemos de satisfacemos con ser pasivamente buenos o contentamos con la abstención del mal, sino que se nos exige la positiva práctica del bien. Cuando el Señor Buda expuso esta enseñanza, empezó por decir: «Cesad de obrar mal.» Pero a renglón seguido añade: «Aprended a obrar bien.» No basta ser negativamente buenos ni como los que cargados de buenas intenciones no las concretan en acción.

Todo ser humano posee además de su grado de fuerza física, otro de fuerza mental. Cuando hemos de efectuar una diaria labor, sabemos que hemos de reservar nuestras fuerzas físicas para llevarla a cabo, y por lo tanto no hemos de hacer nada que las menoscabe antes de emprender/a. De la propia suerte, todos tenemos más o menos fuerzas mentales y volitivas que sólo nos permiten efectuar cierta cantidad de labor en su respectiva esfera, y en consecuencia hemos de ir con mucho cuidado en no malgastar dichas fuerzas.

También disponemos de otras. Cada cual ejerce mayor o menor influencia en sus parientes y amigos. Esta influencia significa poder de cuyo uso es directamente responsable quien lo ejerce. Nos rodean los hijos, los parientes, criados, dependientes y empleados en los que ejercemos algo de influencia, al menos con nuestro ejemplo, por lo que hemos de cuidar muchísimo de lo que decimos y hacemos, pues los demás nos  estarán sacando de quicio y nos harán enojar.

Recta memoria y recto recuerdo es la séptima etapa con diversos significados. La recta memoria a que se refiere el Señor Suda ha sido considerada por algunos de sus discípulos como la memoria de las pasadas encarnaciones, que El poseyó plenamente. En uno de los jatakas se refiere que cierto sujeto murmuró una vez del Señor Suda, quien dirigiéndose a sus discípulos les dijo: Yo insulté a este hombre en una vida anterior y ahora me murmura. No tengo derecho a resentirme. Desde luego que si recordáramos cuanto antes nos ha sucedido, podríamos  disponer mejor nuestra presente conducta; pero aunque la mayoría de las gentes no puedan recordar sus vidas pasadas, no se infiere de ello que no les convenga la enseñanza de la recta memoria.

Ante todo significa esta enseñanza que hemos de recordar cuanto en esta vida hemos hecho y vamos haciendo, quiénes somos, cuál es nuestra labor, cuáles nuestros deberes y qué ríos incumbe hacer en servicio del Maestro. Además, la recta memoria significa una razonable elección de lo que mayormente conviene recordar. A todos nos suceden en la vida cosas agradables y desagradables. El hombre prudente procurará mantener vivo el recuerdo de los sucesos placenteros y dejará morir el de los aflictivos. Supongamos que alguien se llega de pronto a nosotros y nos ultraja. La persona insensata recordará el ultraje durante meses y aun años y no cesará de decir que el tal o el cual le infirió un ultraje. Este recuerdo le irritará el ánimo; pero ¿qué beneficio obtendrá de ello? La última etapa es la recta meditación o recta concentración y no sólo se refiere a la habitual meditación cotidiana que forma parte de nuestra disciplina, sino que también significa que en el transcurso de la vida nos hemos de concentrar en las buenas obras de auxilio y servicio. En la vida diaria no podemos estar meditando continuamente porque nos cumple efectuar nuestra ordinaria labor, aunque no estoy seguro de que pueda hacerse sin reservas semejante afirmación.

Si bien es verdad que no es posible mantener constantemente la conciencia en los planos superiores, distraída del mundo físico, cabe la posibilidad de continuada meditación en el sentido de tener las cosas espirituales en el trasfondo de la mente, según dije al tratar del recto pensamiento, de modo que se coloquen en primera línea cuando en otra cosa no esté ocupada la mente. Entonces será nuestra vida una continua meditación sobre las cosas espirituales, interrumpida de cuando en cuando por la necesidad de enfocar el pensamiento en los ordinarios menesteres de la vida.

Este hábito mental nos influirá mucho más favorablemente de lo que a primera vista cabe imaginar. Lo semejante atrae a lo semejante, Dos personas que adopten dicha norma de pensamientos se atraerán mutuamente, y así puede suceder que varias personas habituadas a este linaje de meditación formen un foco o núcleo que irá creciendo hasta concretarse tal vez en una Rama Teosófica. De todos modos, se atraerán y sus pensamientos reaccionarán unos en otros, y cada individuo facilitará el progreso de los demás. Además, doquiera estemos y vayamos nos rodea una invisible hueste de ángeles, espíritus de la naturaleza y egos desencarnados. La recta concentración atraerá a nuestro alrededor las mejores entidades de estas clases de seres de modo que siempre nos circunden favorables y benéficas influencias. Tal es la enseñanza que dio el Señor Buda en su primer Sermón, y sobre ella se funda el reino de la Justicia tan dilatado como el mundo. Son estas enseñanzas las ruedas de la regia Carroza que por vez primera puso el Señor Buda en movimiento en el festival de As-hadha, hace muchos siglos. Rev. C.W. LEADBEATER.

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