El Adicto en La Nueva Era Obsesión.


El Adicto en
La
Nueva Era
Obsesión.

 

 

 

Dedico este trabajo de compilación

al buscador sincero

y de libertad de pensamiento.    

27/12/2019.

Un Estudiante.

 

Apreciable y Estudiante.

En los años que tenemos estudiando las adicciones, no habíamos encontrado ya dice el <axioma> cuando el alumno está preparado el Libro se hace presente; un estudio que nos diera la oportunidad de demostrar ciertas <circunstancias> en la vida del adicto que se podría decir no se encuentran respuestas, ¡por supuesto! que hay muchísima literatura [esotérica] que nos da muchísima <Luz> para saber las respuestas, pero lamentablemente las <compilaciones> que llevamos a cabo son para personas en las adicciones, creo y supongo que le costaría mucho trabajo el poderlas entender.

Ya en otros escritos hemos dicho que todo nuestra <compilación> es sin fines de lucro, lo que se trata es de hacer un poco más accesible la información y el estudio al Adicto en La Nueva Era de su <enfermedad> y que así ponga un poco más de atención de lo que necesita para la Restitución necesaria que necesita.

Podrá haber algunos o mucho lectores o Adictos que <duden> de lo que se compila en este estudio de investigación pero siempre <sugerimos> que se emplee el Libre Albedrío. El Adicto en La Nueva Era tiene por <haber> espiritual [investigar] todo lo que le sea posible y le llegue de información para su Restitución ya que no puede ni debe de dejar de <moverse> y seguir utilizando su mente; sabemos que para muchísimos adictos será nueva esta investigación y podrán decir que hasta fantasiosa pero queremos reiterar todo lo que recopilamos es para el Adicto en La Nueva Era, no para los de estos momentos 25/12/2019.

Si se dan la oportunidad de seguir los demás escritos tendrán muchísima información y se les irá despejando toda duda que al respecto se haya tenido sobre la enfermedad, invitamos al lector como al Adicto en La Nueva Era que se tome todo el tiempo para leerlo y sobre todo que Reflexionen Sobre Esto, que se tenga muchísimo cuidado de no caer en la Superstición o en el Fanatismo, le recordamos al lector y al estudiante que se tiene que ser Auto didacta y así poder sacar sus propias conclusiones. Reitero un trabajo de <compilación> muy abstruso e interesante para el <verdadero buscador>.

Reiteramos dejamos al Lector y al estudiante a su <Libre Albedrío>

Un Estudiante.

Bibliografía.
El Libro de los Médiums.
Allan Kardec.
Técnicas de Des obsesión.
Entes, Parásitos del Cuerpo Energético.
Samuel Sagan
La Muerte del Alma H.P.BLAVASKY.
El hombre visible e invisible.
Charles W. Leadbeater
  

Técnicas de Des obsesión

¿Qué es la obsesión?

En el Movimiento Espírita existe mucha confusión al respecto de la obsesión y de cómo se caracteriza. Uno de los obstáculos para su curación está, en la dificultad para identificarla. Frecuentemente, es confundida con la simple influencia de Espíritus sufrientes o con las influencias negativas que todo ser humano recibe. Se puede comparar este error, más o menos, como el del médico que, al examinar al paciente, confundió el resfriado con la tuberculosis. Hay aquellos que confunden la obsesión con mediumnidad o con el trabajo del paciente en el campo de la asistencia social. Es un grave error que puede llevar a consecuencias dañinas. Es lo mismo que un médico prescribiera para la cura de una enfermedad, que su paciente estudiara medicina o que fuera a trabajar a un hospital.

La obsesión es una enfermedad con fondo moral que debe ser tratada por métodos lógicos y racionales enseñados por la Doctrina Espírita. Si deberá haber actividad mediúmnicas o no en la vida del paciente, ello quedará decidido después del tratamiento, pues dependerá de una serie de factores que deberán ser evaluados por el dirigente de sesiones o por el responsable del Centro. Es necesario para el observador, detenerse en algunos detalles para identificar correctamente el proceso obsesivo. Sólo de esta manera podrá ser tratado correctamente. “La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce”. (Allan Kardec en el Libro delos Médiums, capítulo 23:237) “La palabra obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta especie de fenómeno, cuyas principales variedades son: la obsesión simple, la fascinación y la subyugación.”

Definición clásica.

Allan Kardec, el codificador, define de esta manera la obsesión:

“La obsesión es la acción persistente de un Espíritu malo sobre una persona. Presenta características muy diversas, desde la simple influencia de orden moral, sin señales exteriores perceptibles, hasta la completa perturbación del organismo y las facultades mentales ”“Se trata del dominio que algunos Espíritus pueden adquirir sobre ciertas personas. Son siempre los Espíritus inferiores que buscan dominar, pues los buenos no ejercen ningún constreñimiento...

Los malos, por el contrario, se agarran a los que consiguen cautivar. Si llegan a dominar a alguien, se identifican con el Espíritu de la víctima y la conducen con se hace con un niño”. La obsesión es el dominio que los Espíritus inferiores adquieren sobre algunas personas, provocándoles desequilibrios psíquicos, emocionales y orgánicos. Esta es la definición básica que Allan Kardec dio de ella. Como causa fundamental de la obsesión, el Codificador señaló ciertas flaquezas del organismo moral de los pacientes.

La Doctrina Espírita enseña que todos nosotros recibimos la influencia de los buenos y malos Espíritus, explicando que se trata de un proceso natural, por medio del cual el espíritu es estimulado a la experiencia evolutiva cuando está encarnado. Sin embargo, cuando un Espíritu atrasado se apega a una persona y su influencia perniciosa se vuelve constante, entonces puede clasificarse como obsesión.

Los síntomas que caracterizan a la obsesión varían en cada uno de los casos, desde simples efectos morales, pasando por manías, fobias, alteraciones emocionales acentuadas, cambios en la estructura psíquica, subyugación del cuerpo físico, hasta la completa disgregación de la normalidad psicológica, produciendo la locura. En el tratamiento de la obsesión es preciso saber distinguir sus efectos, de aquellos otros causados por las influencias naturales (más o menos pasajeras) y de las alteraciones emocionales oriundas del propio psiquismo del paciente.

Existen personas que buscan el Centro Espírita trayendo desequilibrios psicológicos que, aunque se puedan beneficiar de las enseñanzas de la Espiritualidad, también necesitan del apoyo de terapeutas. La relación con la vida actual, la propia educación que reciben o su pasado rencarnatorioles cargan de traumas y condicionamientos que los hacen sufrir.

El estudio de la Doctrina y las conferencias públicas podrán ayudar a esos individuos en la recuperación de la normalidad anhelada, pero el entrevistador u orientador no debe dispensar la competente orientación profesional, cuando lo crea necesario. Es evidente que el entrevistador o dirigente del Centro Espírita tiene que saber diferenciar la obsesión de las otras anomalías psíquicas. Existen algunas reglas generales que pueden observarse, lo que les ayudará con profundidad, será la experiencia en trono de los casos examinados.

El fenómeno obsesivo presenta señales morales, psicológicas o físicos característicos, que el trabajador debe aprender a identificar. En la obsesión, se observa un constreñimiento de la voluntad del paciente, un incómodo que parece no ceder a ninguna providencia. Con la simple influencia de sufridores, eso no ocurre. En ella, solo se observa la tristeza apática, la melancolía, llanto, sin mayor gravedad. Alguien puede estar alterado emocionalmente, influenciado por un Espíritu sufriente, sin con ello estar obsesado.

Los síntomas relacionados abajo, pueden ser indicadores de procesos obsesivos ya desarrollados o en fase de desarrollo. Si permanecen constantes en una persona, se puede sospechar con gran margen de acierto, que esté bajo el imperio de la obsesión. Son estos:

a.      Depresión, angustia y tristeza.

b.      Pesadillas constantes.

c.      Tendencia al vicio. (Drogas, Prostitución, Alcoholismo, Lujuria, Gula, fumar, Placeres Sexuales, arrogante, avaro, codicioso, cruel, cínico, desagradecido, deshonesto, desordenado, egoísta, envidioso, hipócrita, infiel, intolerante, irrespetuoso, manipulador, orgulloso, perezoso, rencoroso, tacaño, temperamental, terco, vulgar, etc.)

d.     Prácticas mundanas. (Cosas Materiales, Robar, Secuestrar, mentir, abusar, golpear etc.)

e.      Agresividad fuera de lo normal.

f.       Abandono de la vida social o familiar.

g.      Ruidos extraños a voluntad propia.

h.     Visión frecuente o esporádica de sombras, animales.

i.        Impresión de escuchar voces.

j.        Manías y tics nerviosos.

Una persona, alguna que otra vez, puede tener pesadillas, entrar en un estado de tristeza o sentir cualquiera de los síntomas citados arriba, sin que esté siendo víctima de la obsesión. Lo que caracterizará la fenomenología obsesiva será la insistencia de esos estados mórbidos en incomodar a la persona. Todavía en el campo de los síntomas, se puede afirmar que en las simples influencias espirituales, las entidades normalmente son Espíritus sufridores o ignorantes, que pueden ser apartados fácilmente del campo psíquico del paciente a través de pases y evangelización.

En las obsesiones provocadas por Espíritus malos es diferente. Los síntomas se presentan con tendencias agravantes y enfermas. Se observa una insistencia de la entidad en agredir al obsesado o interferir en su mente, afectando la normalidad. Con el tiempo, el responsable de la recepción en el Centro Espírita adquirirá experiencia suficiente para detectar la obsesión y prever su tratamiento con relativa seguridad.

Causas de la obsesión.

Es de vital importancia a los que trabajan con el tratamiento de la obsesión, descubrir las causas que llevarán al paciente a caer bajo el dominio del Espíritu obsesor que lo atormenta. Sabemos, a través de las enseñanzas de Allan Kardec, que en el fondo de todas las perturbaciones espirituales residen las flaquezas morales del perturbado, las imperfecciones del alma que son las puertas de entrada para la influencia extraña.

Algo parecido ocurre con las enfermedades del cuerpo físico: cuando ellas se instalan en el organismo, la causa está generalmente en las flaquezas de la estructura orgánica.  En estudios realizados en el Grupo Espírita Becerra de Meneses, en la ciudad de San José de Río Preto, San Pablo, Brasil, fueron examinados más de 7 mil casos de comportamientos anormales, causadas por Espíritus o no, se clasificaron las causas de la obsesión como si vinieran de cuatro fuentes distintas:

a.      Causa moral

b.      Causa Kármica

c.      Contaminaciones

d.     Auto obsesión.

Causa moral.

Hay dos situaciones que pueden llevar a un paciente a ser víctima de la obsesión de fondo moral: el Espíritu inmaduro y el Espíritu mal orientado.

En el primer caso, el de la inmadurez espiritual, son pacientes poco adelantados moralmente, con el psiquismo todavía dominado por pensamientos inferiores. La conducta de esas personas con acciones y pensamientos inferiores, atraen a Espíritus imperfectos que se afinan con ellas. En el principio de la relación, se verifica solo alguna interferencia en algunas actitudes del individuo. Más tarde, aparece un delicado mecanismo de inter influenciación, donde las voluntades y deseos son conmutados entre perturbado y perturbador.

Luego, la voluntad del obsesado, poco a poco va siendo sustituida por la del obsesor, instalándose el fenómeno obsesivo. Este tipo de obsesión es común y hay situaciones en que los que la llevan ni perciben que dividen su vida mental con un Espíritu inferior. En ese tipo de obsesión no hay gran cura en el tratamiento. Lo que se puede conseguir es una mejoría relativa, pues no hay como cambiar bruscamente el estado evolutivo de una persona, haciéndola entender conceptos que todavía no tienen condiciones de concebir.

En la segunda situación, la del Espíritu mal orientado, se encuentran los pacientes que tuvieron educación deficitaria en el hogar, en la religión, en la escuela. La inferioridad del mundo terrenal, sus costumbres y sistemas educativos estimulan en el ser humano un desarrollo de las pasiones y lo apartan de Dios. Estructuras psicológicas mal orientadas provocan en las personas, conductas desordenadas, llevándolas a sintonizar con Espíritus inferiores. Por el mismo mecanismo citado anteriormente, se forma el proceso obsesivo de fondo moral. En esos casos, el tratamiento será más fácil, pues se trata de un problema que una simple orientación bien conducida puede resolver.

Causa kármica.

Se clasifican como obsesiones kármicas los casos obsesivos relacionados con las vidas pasadas de un paciente en desequilibrio. Karma es un término que se refiere al bagaje histórico del Espíritu. Es el producto de todas las encarnaciones vividas por la entidad. La palabra “Karma” es de origen sánscrito (una de las más antiguas lenguas de la india), y significa “acción”. Se puede decir, a groso modo, que el karma es la acción del Espíritu en toda su trayectoria evolutiva, desde su primera encarnación.

Se denominan obsesiones de “causa kármica”, aquellas en que las persecuciones observadas no pertenecen a la relación obsesado y obsesor, ocurridas en vidas pasadas, en este u otros mundos. Es un tipo de obsesión provocada por la desarmonía de conducta entre dos o más seres humanos, generando odios, resentimientos y venganzas que pueden extenderse hacia sus vidas futuras. La ley de acción y reacción, o causa y efecto, regulan estos procesos de ajuste entre las partes envueltas, permitiendo que las consecuencias de esta cosecha mal hecha den sus frutos con vistas al aprendizaje de todos.

El compromiso en el pasado, a través de las ataduras vibratorias, atrae al desencarnado que, viendo consumida la fase de infancia de su enemigo, inicia su influencia maléfica sobre él. Durante dos años se instala la obsesión, presentándose una mayor o menor gravedad, según las circunstancias de cada caso.

 Contaminaciones.

En la Génesis, Capítulo XIV, Allan Kardec hace un importante estudio sobre los fluidos espirituales. Examinando dichos puntos, se puede concluir que los ambientes materiales poseen una especie de atmósfera espiritual creada por las personas que viven con ellas. Se obtiene de ahí, que los Centros Espíritas, los terrenos de Umbanda, las Iglesias, los hogares, los locales de trabajo y de diversiones, constituyen verdaderos núcleos de magnetismo espiritual, creados por los pensamientos de los que los frecuentan. Aprendemos que en esos ambientes constituidos por personas más o menos imperfectas, donde se asocian Espíritus desencarnados con tendencias afines.

En las investigaciones basadas en la obsesión, realizadas en el Grupo Espírita Becerra de Meneses de Brasil, se verificó que frecuentadores de ambientes espirituales donde predominan presencias de Espíritus inferiores (terrenos primitivos, centros espíritas desajustados o templos de sectas extrañas), pueden quedar contaminados con su influencia. Tal dominio se forma en virtud de la sintonía mental de los frecuentadores, con los Espíritus que habitualmente van ahí. Estas obsesiones tienen la denominación de “contaminaciones”.

En los casos de los terrenos dichos anteriormente de Umbanda, los consultantes – como son llamados allí los necesitados – casi siembre van a solicitar ayuda para la solución de sus problemas materiales y amorosos. En esos ambientes, generalmente predominan intereses rápidos, ligados a la vida material y nadie acostumbra a tratar las cuestiones morales relativas al futuro del individuo como Espíritu inmortal. Los Espíritus inferiores que militan en esos ambientes, ayudan a las personas interfiriendo sus vidas, causándoles contrariedades o efectos materiales que engañan a los que no poseen conocimientos de la verdad enseñada por el Consolador. Cuando el frecuentador se aparta de esos lugares, la influencia de los malos Espíritus no siempre cesa. Al notar que están perdiendo sus víctimas, pueden instalar la desarmonía emocional así como material en la vida de los que envuelven.

Las obsesiones causadas por contaminaciones son más frecuentes de lo que se imagina. En la región de San José de Río Preto (Brasil), por ejemplo, lo son un 40% de los casos examinados.

Las contaminaciones también pueden ocurrir a través de las actividades de los Centros Espirituales mal orientados. Cuando personas novatas, sin estudio o preparación, son puestas en reuniones mediúmnicas para ejercitar sus facultades, es muy común caer bajo el dominio de los Espíritus inferiores, acabando como víctimas de la obsesión. Grupos espíritas dominados por entidades ignorantes y malévolas son verdaderos focos de contaminación espiritual, que perjudican a los que allí van a buscar ayuda y orientación para sus vidas.

Auto-obsesión.

En la auto-obsesión, la mente de la persona enferma se encuentra en una condición enferma parecida a la neurosis. Es una situación donde él se atormenta a sí mismo con pensamientos de los cuales no se consigue librar. Hay casos más graves en que el paciente no acepta que su mal resida en él mismo. Las causas de este tipo de obsesión residen en los problemas anímicos del paciente, o sea, en sus dramas personales, de esta o de otras encarnaciones. Son traumas, remordimientos, culpas y situaciones que vienen de la intimidad de su ser, que le perjudican la normalidad psicológica.

Cuando se examinan esos casos mediúmnicamente, se pueden encontrar Espíritus atrasados o sufrientes asociados a la vida mental de los enfermos. Pero, en las comunicaciones indican que ellos están allí por causa de la sintonía mental con el obsesado. Agravan su mal, pero no son los causantes de él.

La causa central de ese tipo de obsesión reside en el paciente, que se atormenta él mismo, en una especie de punición a sí mismo. La mente de un auto-obsesado está cerrada en sí misma y es preciso abrirla para la vida exterior, si queremos ayudarlo.

La psicoterapia convencional puede y debe ser utilizada en el tratamiento de la auto-obsesión.

Uniéndose a él la terapia espírita, basada en la evangelización y en el ascendente moral, se pueden obtener resultados satisfactorios. El tratamiento abrirá la prisión psíquica donde el individuo vive, liberándole de la esclavitud mental. 

Grados de la obsesión.

La obsesión posee causas, consecuencias y señales diversas. Allan Kardec ordenó el fenómeno obsesivo según ciertas características y grados de intensidad que le es propio y que facilita el entender la gravedad de cada caso. El Codificador clasificó la obsesión en tres categorías distintas, según su grado de manifestación: Obsesión simple, Fascinación y Subyugación.

Obsesión simple.

En la obsesión simple, ocurre un grado de constreñimiento que se limita a perturbar la voluntad, emoción y psiquismo del paciente obsesado. El Espíritu inferior incomoda al individuo, pero no domina en profundidad su psiquismo. Alguien que tenga el sueño perturbado por pesadillas, puede estar siendo víctima de una obsesión simple. Si, mientras tanto, los efectos provocados por esos sueños ruines permanecen durante el día perturbando al enfermo, el caso puede ser clasificado como una subyugación moral.

Pacientes portadores de depresiones de carácter leve a mediana, pueden ser víctima de obsesiones simples. Sin embargo, si la situación psicológica degenera en la predominación de malos pensamientos en el tránsito mental, la situación también puede ser clasificada como subyugación moral.

Pequeños tics nerviosos y manías esporádicas, también pueden clasificarse como obsesiones simples. En el caso de que los tics nerviosos se vuelvan constantes, el fenómeno obsesivo podrá ser clasificado como subyugación física. En resumen, la obsesión simple es, como el propio nombre indica, una interferencia espiritual no grave. Pero, es importante citar que algunas obsesiones simples, si no fueran cuidadas adecuadamente, podrán degenerar en formas más graves, tales como la subyugación o fascinación. Por tanto, todos los casos de obsesión merecen la mayor intención.

Fascinación.

La fascinación es el proceso de obsesión más grave. Es Allan Kardec todavía quien así lo dice, hablando de esa situación obsesiva: “La tarea (de des obsesión) es mucho más fácil cuando el obseso, comprendiendo la situación en que se halla, aporta su concurso poniendo voluntad y orando.

No sucede lo mismo si, seducida por el espíritu embustero, la víctima está ilusionada con las supuestas cualidades de quien la domina y se complace en el error en que este último la sume, porque en tal circunstancia, muy al contrario de colaborar con los que le asisten, rechaza su ayuda. Tal es el caso de la fascinación, siempre infinitamente más rebelde que la más violenta de las subyugaciones. Digamos, por último, que en todos los casos de obsesión, la plegaria es el más poderoso auxiliar de la oración contra el espíritu obsesor.” – (El evangelio según el Espiritismo, Capítulo 28:81).

En la fascinación, existe un mecanismo de profunda ilusión instalada en la mente enferma del paciente. Él afecta a las facultades intelectuales, distorsionando el raciocinio, la capacidad de juicio y la razón. El Espíritu obsesor engaña al enfermo explorando en sus flaquezas morales, engañándolo con falsas promesas. Un fascinado no admite que está obsesado. El defecto moral que provoca la fascinación es el orgullo. Infelizmente todos nosotros, seres humanos, todavía tenemos esa hierva dañina en la intimidad del alma. Buenos valores mediúmnicos ya se perderán por causa dela supervaloración que algunas personas darán a su amor propio.

Los espíritus fascinadores son hipócritas. No poseen vergüenza alguna en adornarse con nombres honrados y, así mismo, llevar a sus víctimas a tomar actitudes ridículas delante de los demás. La fascinación es más común de lo que se piensa. Actualmente, alcanza al Movimiento Espírita como una enfermedad moral muy seria. Es ella la responsable de la edición de libros anti doctrinarios y comprometedores existentes en el mercado de la literatura espírita en buen número. Esas obras son escritas por médiums y escritores vanidosos, que bajo el imperio de la fascinación, no se dan cuenta del ridículo a que se someten.

También es fascinación la responsable de innumerables conductas esdrújulas observadas en Centros Espíritas, tales como la entonación de cánticos, utilización de ropas y adornos en las sesiones, uso de cromoterapia, transformación de la tribuna en anecdotario, etc.

Los intelectuales, aun instruidos, no están libres de la fascinación. Algunos de esos individuos, por confiar excesivamente en su presunto saber, se vuelven instrumentos de Espíritus fascinadores y pasan a divulgar en el Movimiento Espírita conceptos anti-doctrinarios nocivos a la fe espírita. Allan Kardec nos alerta en otro gran peligro: el de la fascinación de grupos espíritas. Iniciados atrevidos e inexpertos pueden caer víctimas de Espíritus embusteros que se complacen en ejercer dominio bajo todos aquellos que le prestan oído, manifestándose algunas veces como guías y otras como Espíritus de otra naturaleza.

Subyugación.

La subyugación es un tipo de obsesión que presenta un elevado grado de dominio del aspecto corporal, y a veces, moral del paciente. Cuando la subyugación es moral, se diferencia de la fascinación, porque el paciente sabe que está obsesado. En la fascinación él niega que lo esté. En la subyugación ocurre un intenso dominio del Espíritu obsesor en el plano fluídico que, en algunos momentos, llega a imantar al cuerpo espiritual del enfermo, provocándole crisis de movimientos involuntarios, con consecuentes reflejos en el cuerpo físico.

Las crisis provocadas por esta categoría de obsesión son conocidas en el lenguaje popular como “posesión”. Ese término es inadecuado, pues no se llega a poseer el cuerpo físico por parte del Espíritu desencarnado. Lo correcto es afirmar que alguien está subyugado por un Espíritu, esto es, bajo su dominio, su juego.

El desarrollo de los procesos de subyugación se inicia primero en el plano moral. Después de encontrada la sintonía adecuada, él evoluciona hacia la homogeneización fluídica, que más tarde llevará al dominio del peri espíritu. Más tarde, empezarán a aparecer las crisis que afectan al cuerpo físico, con tics nerviosos constantes, muecas, agresiones y situaciones parecidas a convulsiones.

Situaciones obsesivas

Las situaciones, generalmente, no presentan gravedad y pueden ser tratadas relativamente fácil a través de la metodología espírita. Sólo en un número pequeño de casos hay factores que predisponen a la degeneración del proceso, culminando en subyugación o fascinación. En las obsesiones más graves, casi siempre se encuentran situaciones donde el enfermo tiene un alto índice de endeudamiento frente a las leyes de Dios. En esos casos, se percibe todavía la presencia marcada, ostensible, de un Espíritu obsesor y de circunstancias morales en el paciente que facilitan la evolución del estado mórbido.

En todos los casos de obsesión hay siempre dos lados unidos. En un lado está el obsesado, aquel que sufre la agresión del obsesor. En el otro, está el obsesor, que provoca la agresión, dando origen a la obsesión.

En la patología obsesiva hay varias situaciones de dominio espiritual, que precisan ser bien comprendidas a fin de contribuir con la finalidad de la terapia espírita. Citaremos los casos posibles que pueden ocurrir, teniendo como objetivo facilitar el trabajo de los adoctrinadores, pues, como veremos, será preciso actuar en las dos vertientes del proceso, para solucionarlo de forma conveniente.

Se puede tener las siguientes situaciones obsesivas:

a.      De desencarnado a encarnado

b.      De encarnado a desencarnado

c.      De desencarnado a desencarnado

d.     De encarnado a encarnado

e.      Auto-obsesión

f.       Obsesión recíproca.

De desencarnado a encarnado.

Se trata de la obsesión convencional, conforme Allan Kardec nos dice en las obras básicas. Es un proceso obsesivo más común y de mayor incidencia. Todas las personas poseen la faja psíquica con la cual sintonizan. Cuando la insistencia de esa influencia se sitúa en el campo de la influencia de los Espíritus atrasados, aparece ahí el fenómeno obsesivo. Las razones de la obsesión son diversas, como ya tuvimos oportunidad de verificar.

De encarnado a desencarnado.

Aunque esa situación obsesiva no sea muy común, ella se observa en casos en los cuales personas encarnadas pueden ejercer sobre Espíritus desencarnados una influencia magnética muy grande. Tales sucesos pueden ocurrir en ocasiones en que alguien pierde un ser querido y alimenta hacia él un amor posesivo. El deseo de quien está del lado material en permanecer ligado a aquel que partió y el lamento desmedido, pueden establecer lazos fluídicos bastante poderosos entre ambos. Casos entre padres e hijos; entre amantes; entre enemigos; situaciones que envuelven disputas por herencia, etc., ya fueron observados y clasificados como siendo entre “encarnado y desencarnado”.

De desencarnado a desencarnado.

Espíritus que atormentan Espíritus son un drama que se desarrolla tanto en la Tierra como en el plano espiritual. En las sesiones de mediumnidad es muy común en los médiums tener contacto con entidades que se quejan de estar siendo perseguidas por verdugos invisibles. En la Revista Espírita, del mes de junio de 1860, en el artículo “Conferencias familiares más allá de la tumba”, Allan Kardec evoca al espíritu de la Sra. Duret y propone lo siguiente:

Pregunta: ¿El Espíritu que obseso un médium en vida, puede obsesarlo después de la muerte?

Respuesta: La muerte no libera al hombre de la obsesión de los malos Espíritus: es la figura de los demonios, atormentando a las almas sufridoras. Si, esos Espíritus los persiguen después de la muerte y les causan sufrimientos horribles, porque el Espíritu atormentado se siente en un abrazo de que no se puede librar.

De encarnado a encarnado.

Personas obsesándose entre ellas, existen en gran número. La obsesión entre vivos se puede manifestar a través de sentimientos de envidia, pasión, deseo de poder, orgullo y odio. Tenemos como ejemplo, situaciones de relación interpersonal, como el marido que limita la libertad de la esposa; la esposa que somete al marido a sus caprichos; padres que se creen con derecho de limitarla libertad de los hijos; pasiones que terminan en dramas dolorosos, pactos de suicidio, asesinato, etc.(En parejas de adictos… vender droga, drogarse, prostituirse, robar, caer en la cárcel.)

Auto-obsesión.

En la auto-obsesión, como ya vimos, la mente del enfermo se encuentra en una condición enferma, donde él se atormenta a sí mismo. Las causas de este tipo de obsesión, residen en los problemas anímicos del paciente, o sea, en sus propios dramas personales, vividos en esta o en otras encarnaciones. “No es raro que el hombre sea obsesor de sí mismo” – (Allan Kardec, en Obras Póstumas, ítem 58)

Obsesión recíproca.

Son situaciones de persecución en que dos Espíritus alimentan odio el uno por el otro o son esclavos de las mismas pasiones. Algunos casos pueden clasificarse como de verdadera simbiosis, donde uno se alimenta de los desequilibrios del otro. Puede acontecer entre encarnados y desencarnados. (En el caso del estudio…Los adictos)

Adoctrinación del obsesado (indirecta y directa) Allan Kardec afirma que la persona obsesada necesita trabajar para su mejoramiento moral y, dice textualmente, que la curación de casi todos los casos de obsesión tiene solución a través de ese esfuerzo. Por tanto, el equipo de des obsesión deberá ayudar en ese procedimiento de auto mejoramiento. Para eso se valdrá de la instrucción directa e indirecta del paciente. Veremos en otra parte del trabajo, que existen varios procedimientos (denominados coadyuvantes), que pueden ayudar al paciente en ese proceso de liberación. En esta parte del trabajo, también, vamos a hablar solamente de la instrucción considerada fundamental: la orientación en la sala de entrevistas y el esclarecimiento a través de las charlas.

Para el tratamiento de la mayoría de los casos de obsesión, la instrucción dada en la sala de entrevistas no será necesaria. Basta que el paciente sea sometido a las orientaciones llegadas por medio de las charlas doctrinarias (adoctrinación indirecta), realizadas en las reuniones públicas de la casa. Se suma a ese trabajo orientador, uno dos métodos coadyuvantes y el resultado no tardará en aparecer. Es importante decir que las reuniones de charlas públicas son las que revisten mayor gravedad, justamente porque se encarga de despertar un nuevo hombre cristiano, sabio, bueno y justo. Para mayores detalles se podrá consultar el trabajo que hemos hecho, llamado “Reuniones Públicas”. En los casos de obsesión grave, que incluyan procesos en degeneración, subyugación o fascinación, será fundamental que el paciente tenga instrucción semanal en la sala de entrevistas (adoctrinación directa). Son situaciones en que la persona enferma está sin condiciones para que por su propia voluntad, tomar decisiones al respecto de su conducta. Es en ese punto que se deberá entrar la orientación moral de la Doctrina Espírita, administrada por una persona convenientemente preparada.

Adoctrinación del Espíritu obsesor.

El codificador del Espiritismo, Allan Kardec, se expresa en los siguientes términos con respecto de la necesidad de adoctrinar a Espíritus obsesores: “En los casos de obsesión grave... hay que tener el derecho de hablar con autoridad moral, y tal autoridad sólo emana de la superioridad moral. Cuanto más grande sea la superioridad moral, tanto mayor será la autoridad. Y no es eso todo, pues para asegurar la liberación del obseso se necesita asimismo llevar al espíritu perverso a renunciar a sus malos propósitos, moviéndolo a arrepentirse y a desear el bien, por medio de instrucciones hábilmente administradas”- (Capítulo 28:81). Está claro que no se pueden extinguir las obsesiones graves si no se hiciera un trabajo con el Espíritu obsesor, para convencerlo de que deje de perturbar al obsesado.

Adoctrinación de la familia del obsesado.

En la patología obsesiva es muy común encontrar casos de obsesión que incluyan la responsabilidad familiar en las causas de la enfermedad. Algunas familias están formadas por Espíritus que vivieron juntos en encarnaciones pasadas y cometieron delitos graves contra alguien que, más tarde, por guardar odio en el corazón, se volvió un obsesor. Cuando en las investigaciones en torno de la obsesión se sospecha de ello, conviene que la familia del perturbado sea invitada a frecuentar la casa espírita por lo menos durante el periodo de tratamiento. Eso podrá facilitar y tener la obtención de resultados satisfactorios. Durante ese periodo de estadía de la familia en las sesiones públicas, la Espiritualidad tendrá condiciones de inspirar buenos pensamientos y resoluciones junto a sus miembros, ayudándoles a encontrar nuevos caminos para sus vidas. Caso de tener relación familiar, es muy importante que la familia del asistido tome consciencia de su responsabilidad a fin de dar el apoyo necesario al enfermo, ayudando mucho en su recuperación, si sabe hacerlo con equilibrio.

Algunas preguntas de Reflexión sobre el tema que se está tratando.

Antes de entrar en detalles sobre las preguntas quiero decir lo siguiente: Recordemos que esta <compilación> es para el estudio del Adicto de La Nueva Era, el verdadero buscador, no tratamos de <convencer> a nadie, hay muchísima lectura para que indaguen si es verdad o no lo que compilamos, lo que se quiere es <sugerir> que en el estudio del Esoterismo se [puede] encontrar bastante respuesta al flagelo.

Sigamos pues... El adicto tiende a frecuentar ciertos lugares que el hombre común no frecuentaría, cantinas de lo más deplorable, oscuras, sucias, tenebrosas, gente de muy baja evolución, bares, tugurios de igual manera, hoteles para la prostitución aunque sean según ellos caros la vibración es la misma que el más horrible, contaminados, fumaderos en donde se encuentran a personas que son más animales (porque renuncian a la mente) que los mismos animales, llegan a caer a las Cárceles y se encuentran con lo mismo, los dormitorios o pasillos intestados de adictos perdidos en su mundo, de igual manera hombres y mujeres que no lo fueran en ese momento; en otra compilación ya se ha hablado muchísimo del Plano Astral, se ha escrito mucho sobre los seres inferiores que allí habitan.

El adicto no se da cuenta que llega a estar bastante magnetizado de Seres bastante Inferiores que le llamaremos para entendernos <malvados> entran y frecuentan esos lugares por ende se magnetizan de ellos, Háganse una pregunta ¿Quiénes  creen que frecuenta esos lugares? Bueno... por mencionar algunos, Los Petras, Los Íncubos, Los Súcubos, Los Pizâchas, Los Racachas, Las Sombras, Los Demonios, etc. ¿Cree el adicto que no se magnetiza de ellos? Pues está totalmente equivocado; El adicto al alcohol está obsesado por uno del alcohol, la prostituta por una igual, el del crack de igual manera, el asesino, secuestrador, violador, golpeador etc.

Todos y cada uno de ellos ¿Qué lugares frecuenta? ¿Dónde fuman? ¿Se drogan? ¿Se prostituyen? No importa que cambien de lugar, país, regresan siempre a los mismos lugares a hacer lo mismo,  a seguir viviendo como dicen ellos en la Mi..... ¿por qué? Sencillamente en esos lugares habitan esos Seres Inferiores que los han obsesado y los siguen <manejando> a su antojo, entre más bajo sea el elemental más cosas horrendas y de la más viles bajezas hará el adicto y nunca pero nunca le importará ya sean sus seres queridos o sus hijos ya que si el <elemental> no los quiere ¿Cómo los va a querer él o ella? Reitero, un tema bastante abstruso de poder dilucidar a la ligera, invitamos entonces a que el adicto Reflexione Sobre Esto.

Los siguientes escritos son compilados del Libro de Los Médiums de Allan Kardec, nos ha parecido bastante útil para la información de la enfermedad del adicto.

Los Lugares Frecuentados por los Espíritus.

Las manifestaciones espontáneas que se han producido en todos los  tiempos, y la persistencia de algunos Espíritus en dar señales ostensibles de su presencia en algunas localidades, son el origen de la creencia en los lugares frecuentados por aquéllos. A las preguntas dirigidas con este objeto se nos ha contestado del modo siguiente:

1. ¿Los Espíritus sólo se apasionan de las personas o se aficionan también a las cosas?

"Esto depende de su elevación. Ciertos Espíritus pueden aficionarse a los objetos terrestres; los avaros, por el empleo, que ocultaron sus tesoros y que no están bastante desmaterializados, pueden aún vigilarlos y guardarlos."

2. ¿Los Espíritus errantes tienen lugares de predilección?

"Esto reconoce el mismo principio. Los Espíritus que no tienen apego a la Tierra van a donde encuentran simpatías; vienen aquí atraídos más bien por las personas que por las cosas materiales; sin embargo los hay que, momentáneamente, pueden tener una preferencia por ciertos lugares, pero estos son siempre Espíritus inferiores."

3. Una vez que el apego de los Espíritus por una lo calidad, es una señal de inferioridad ¿es igualmente una prueba de que son malos Espíritus?

"Seguramente que no; un Espíritu puede estar poco adelantado sin ser malo. ¿No sucede lo mismo entre los hombres?"

4. La creencia de que los Espíritus frecuentan con preferencia las ruinas, ¿tiene algún fundamento?

"No; los Espíritus van a estos parajes como a todas partes; pero la imaginación, afectada por el aspecto lúgubre de ciertos lugares, atribuye a su presencia lo que muchas veces sólo es un efecto muy natural. ¡Cuántas veces el miedo ha hecho tomar la sombra de un árbol por un fantasma, el grito de un animal o el soplo del viento por almas en pena! Los Espíritus quieren la presencia de los hombres; por esta razón buscan con preferencia los parajes habitados que los lugares aislados."

- Sin embargo, según lo que sabemos de la diversidad de caracteres de los Espíritus, debe haber entre ellos misántropos que deben preferir la soledad.

"Por eso no he contestado de una manera absoluta a la pregunta; he dicho que pueden ir a los lugares desiertos lo mismo que por todas partes, y es bien evidente que los que quieren estar retirados es porque les gusta; pero esto no es una razón para que las ruinas sean forzosamente sus lugares predilectos; porque ciertamente hay muchos más en las ciudades y palacios que en el fondo de los bosques."

5. ¿Las creencias populares tienen en general un fondo de verdad, cual puede ser el origen de los lugares frecuentados por los Espíritus?

"El fondo de verdad es la manifestación de los Espíritus, en la cual el hombre ha creído en todo tiempo por instinto, pero, como he dicho, el aspecto de los lugares lúgubres afecta su imaginación, y, naturalmente, coloca en ellos los seres que mira como sobrenaturales. Esta creencia, que mira como supersticiosa, se conserva por las narraciones de los poetas y los cuentos fantásticos que se oyen desde la infancia."

6. ¿Los Espíritus que se reúnen tienen para esto días y horas de predilección?

"No; los días y las horas son los registros del tiempo para uso de los hombres y para la vida corporal, pero para nada sirven a los Espíritus; no

lo necesitan ni hacen caso.

7. ¿Cuál es el origen de la idea que los Espíritus vienen con preferencia durante la noche?

"La impresión producida sobre la imaginación por el silencio y la oscuridad. Todas estas creencias son supersticiones que el conocimiento razonado del Espiritismo debe destruir. Lo mismo sucede con respecto a los días y las horas que se cree serles más propicias; creedlo, a no dudar, que la influencia de media noche sólo ha existido en los cuentos."

- Siendo así, ¿por qué ciertos Espíritus anuncian su venida y sus manifestaciones para dicha hora y para días determinados, Como por ejemplo del viernes?

"Estos son Espíritus que se aprovechan de la credulidad y se divierten. Por la misma razón los hay de ellos que dicen ser el diablo o se dan nombres infernales. Mostradles que no sois un juguete y no volverán."

8. ¿Los Espíritus vienen con preferencia a la tumba en que descansa su cuerpo?

"El cuerpo sólo fue un vestido; no piensan ya en la envoltura que les hizo sufrir como al prisionero sus cadenas. Sólo dan importancia a las personas que les son queridas."

- ¿Las oraciones que se hacen sobre sus tumbas, le son, acaso, más agradables, y les traen allí con preferencia a otra parte?

"La oración es una evocación que atrae a los Espíritus, bien lo sabéis. La oración tiene tanta más acción cuanto más ferviente y más sincera es; pero ante una tumba venerada se está más recogido, y la conservación de las reliquias piadosas en un testimonio de afección para el Espíritu, y al cual es siempre sensible. El pensamiento es el que obra siempre sobre el Espíritu y no los objetos materiales; estos objetos tienen más influencia sobre aquel que ruega filando en ellos su atención, que sobre el Espíritu."

9. Según eso, ¿la creencia en los lugares frecuentados por los Espíritus no parece absolutamente falsa?

"Hemos dicho que ciertos Espíritus pueden ser atraídos por las cosas materiales; pueden serlo por ciertos lugares que parece eligen para domicilio, hasta que cesan las circunstancias que les conducían a ellos."

- ¿Cuáles son las circunstancias que pueden conducirles allí?

"Su simpatía por algunas de las personas que los frecuentan o el deseo de comunicarse con ellas. Sin embargo, sus intenciones no son siempre tan laudables; cuando son Espíritus malos pueden querer ejercer una venganza sobre ciertas personas de las que tienen quejas. La permanencia en un lugar determinado puede ser también, para algunos, un castigo que se les ha impuesto, sobre todo si han cometido en él algún crimen, a fin de que tengan constantemente este crimen ante los ojos."

10. Los lugares frecuentados por los Espíritus ¿lo son siempre por los antiguos habitantes de estas moradas?

"Algunas veces, pero no siempre, porque si el antiguo habitante es un Espíritu elevado, no se acordará ya de su habitación terrestre, como tampoco de su cuerpo. Los Espíritus que frecuentan ciertos lugares no tienen muchas veces otros motivo que el del capricho, a menos que no sean atraídos a ellos por su simpatía hacia ciertas personas."

- ¿Pueden fijarse en ellos con la mira de proteger a una persona o a su familia?

"Seguramente, si son buenos Espíritus; pero en este caso nunca manifiestan su presencia por cosas desagradables.

11. ¿Hay algo de real en la historia de la dama Blanca?

"Es un cuento formado de mil hechos que son verdaderos.

12. ¿Es racional el temer los lugares frecuentados por los Espíritus?

"No; los Espíritus que visitan ciertos lugares y arman en ellos ruido, más bien procuran divertirse a costa de la credulidad y del miedo que hacer mal. Por lo demás figuraos que hay Espíritus en todas partes, y que donde estéis los tenéis sin cesar a vuestro lado, aun en las casas más pacíficas. No frecuentan muchas veces ciertas habitaciones, sino porque encuentran en ellas ocasiones de manifestar su presencia."

13. ¿Hay algún medio de expulsarlos?

"Sí, y lo más a menudo lo que se hace para esto, los atrae en lugar de alejarlos. El mejor medio de echar a los Espíritus malos es el atraer a los buenos. Atraed, pues, a los buenos Espíritus haciendo el mayor bien posible, y los malos se irán; porque el bien y el mal son incompatibles. Sed siempre buenos, y no tendréis más que buenos Espíritus a vuestro lado."

- ¿Hay, sin embargo, personas muy buenas que son el blanco de los enredos de los Espíritus malos?

"Si estas personas son realmente buenas, puede ser que esto sea una prueba para ejercitar su paciencia y excitarles a ser todavía mejores; pero creed bien que no son los más virtuosos los que más hablan de la virtud. El que posee cualidades reales las ignora muchas veces él mismo o no habla de ellas."

14. ¿Qué creeremos cuanto a la eficacia del exorcismo para echar los Espíritus malos de los lugares que frecuentan?

"¿Habéis visto muchas veces que este medio haya tenido resultados? Por el contrario, ¿no habéis visto redoblar la zambra y el ruido después de las ceremonias del exorcismo? Es que se divierten cuando se les toma por el diablo."

"Los Espíritus que no vienen con mala intención pueden también manifestar su presencia por el ruido y aun haciéndose visibles, pero nunca hacen ruido que incomode.

Estos son muchas veces Espíritus que sufren y que podéis aliviar rogando por ellos; otras veces son Espíritus benévolos que quieren probaros que están cerca de vosotros, o en fin Espíritus ligeros que juguetean. Como los que turban el reposo por el ruido, son casi siempre Espíritus que se divierten, lo que mejor puede hacerse es reírse; ellos se cansarán si ven que no consiguen asustar ni impacientar."

La Obsesión.

237. En el número de los escollos que presenta la práctica del Espiritismo, es menester poner en primera línea la "obsesión", es decir, el imperio que algunos Espíritus saben tomar sobre ciertas personas. Esta nunca tiene lugar sino por los Espíritus inferiores que procuran dominar; los Espíritus buenos no hacen experimentar ninguna contrariedad; acongojan, combaten las influencias de los malos, y si no se les escucha se retiran. Los malos, por el contrario, se unen a aquellos sobre los cuales pueden hacer presa; si llegan a tomar imperio sobre alguno, se identifican con su propio Espíritu y le conducen como a un verdadero niño. La obsesión presenta caracteres diversos que es muy necesario distinguir, y que resultan del grado de opresión y de la naturaleza de los efectos que produce. La palabra  obsesión es de algún modo un término genérico por el cual se designa esta especie de fenómeno cuyas principales variedades son: la "obsesión simple", la "fascinación" y la "subyugación".

238. La obsesión simple tiene lugar cuando un Espíritu malhechor engaña a un médium, se mezcla contra su voluntad en las comunicaciones que recibe, le impide en comunicarse con otros Espíritus y sustituye a aquellos que se evocan. No se está obcecado por el sólo hecho de ser engañado por un Espíritu mentiroso; el mejor médium está expuesto a esto, sobre todo al principio, cuando aun le falta la experiencia necesaria, de la misma manera que entre nosotros las gentes más honradas pueden ser engañadas por los tunantes. Se puede, pues, ser engañado sin estar obcecado; la obsesión está en la tenacidad del Espíritu, del cual no se puede desembarazar.

En la obsesión simple, el médium sabe muy bien que tiene que habérselas con un Espíritu mentiroso, y éste no se oculta, no disimula sus malas intenciones y su deseo de contrariar. El médium reconoce sin pena la artimaña, y como está preparado, rara vez es engañado. Esta especie de obsesión es simplemente desagradable, y no tiene otro inconveniente que el oponer un obstáculo a las comunicaciones que se quisieron tener con Espíritus formales o con aquellos por quienes se tiene afección. Se pueden colocar en esta categoría los casos de "obsesión física", es decir, la que consiste en las manifestaciones ruidosas y obstinadas de ciertos Espíritus que hacen oír espontáneamente golpes u otros ruidos.

239. La "fascinación" tiene consecuencias mucho más graves. Es una ilusión producida por la acción directa del Espíritu sobre el pensamiento del médium, y que de algún modo paraliza su juicio, con respecto a las comunicaciones. El médium fascinado no se cree engañado; el Espíritu tiene la maña de inspirarle una confianza ciega que le impide el ver la superchería y comprender el absurdo de lo que escribe, aun cuando todo el mundo lo conozca; la ilusión puede ir hasta hacerle ver lo sublime en el lenguaje más ridículo. Se estaría en el error si se creyera que este género de obsesión no puede alcanzar sino a las personas sencillas, ignorantes y desprovistas de juicio; los hombres más discretos, más instruidos y más inteligentes bajo otros conceptos no están exentos de esto, lo que prueba que esta aberración es el efecto de una causa extraña, de la que sufren la influencia.

Ya hemos dicho que las consecuencias de la fascinación son mucho más graves; en efecto, a favor de esta ilusión que es el resultado, el Espíritu conduce aquel a quien ha logrado dominar como lo haría con un ciego, y puede hacerle aceptar las doctrinas más extravagantes y las teorías más falsas como siendo la única expresión de la verdad; aún más: puede excitarle a que haga acciones ridículas, de compromiso y aun perniciosas.

Se comprende fácilmente toda la diferencia que hay entre la obsesión simple y la fascinación; se comprende también que los Espíritus que producen estos dos efectos deben diferir de carácter. En la primera, el Espíritu que se une a vosotros sólo es un ser importuno por su tenacidad, y se desea con impaciencia poderse desembarazar de él. En la segunda es otra cosa; para llegar a tales fines es necesario un Espíritu hábil, vivo y profundamente hipócrita, porque no puede chasquear y hacerse aceptar sino con ayuda de la máscara que sabe tomar y de un falso semblante de virtud; las grandes palabras de caridad, humildad y de amor de Dios son para él como credenciales; pero a través de todo esto deja penetrar las señales de inferioridad, que es necesario estar fascinado para no ver; teme también a todas las personas que ven demasiado claro; así es que su táctica es casi siempre la de inspirar a su intérprete el alejamiento de cualquiera que pudiera abrirle los ojos; por este motivo, evitando toda contradicción, siempre tiene la seguridad de tener razón.

240. La "subyugación" es una restricción que paraliza la voluntad del que la sufre y le hace obrar a pesar suyo. En una palabra, es su verdadero "yugo". La subyugación puede ser "moral o corporal". En el primer caso, el subyugado es solicitado a tomar determinaciones muchas veces absurdas y comprometidas, que por una especie de ilusión las cree sensatas; es una especie de fascinación. En el segundo caso el Espíritu obra sobre los órganos materiales y provoca los movimientos involuntarios. Se traduce en el médium escribiendo por una necesidad incesante de escribir, aun en los momentos más inoportunos. Nosotros los hemos visto que, en defecto de pluma o de lápiz, escribían con el dedo por todas partes en donde se encontraban, en las mismas calles, en las puertas y en las paredes.

La subyugación corporal va algunas veces más lejos; puede conducir a los actos más ridículos. Hemos conocido a un hombre que no era joven ni hermoso, que bajo el imperio de una obsesión de esta naturaleza se veía obligado por una fuerza irresistible a ponerse de rodillas delante de una joven, con la cual no había tenido ninguna entrevista y pedirla en matrimonio. Otras veces sentía en las espaldas y en las piernas una presión enérgica, que le forzaba contra su voluntad y sin embargo de la resistencia que hacía al ponerse de rodillas y besar el suelo en los parajes públicos y en presencia de la multitud. Este hombre pasaba por loco entre sus relaciones; pero nosotros nos hemos convencido de que no lo era, porque tenía el pleno convencimiento del ridículo, de lo que hacía contra su voluntad, por lo que sufría horriblemente.

241. En otro tiempo se daba el nombre de posesión al imperio ejercido por malos Espíritus, cuando su influencia llegaba hasta la aberración de las facultades. La posesión sería para nosotros sinónimo de subyugación. Si no adoptamos este término es por dos razones: la primera porque implica la creencia de seres creados para el mal y entregados perpetuamente a él, mientras que no hay sino seres más o menos imperfectos y que todos pueden mejorar-se. La segunda, porque implica igualmente la idea de la toma de posesión de un cuerpo por un Espíritu extraño, de una especie de cohabitación, mientras que sólo hay una sujeción. La palabra "subyugación" expresa perfectamente el pensamiento. De este modo para nosotros no hay poseídos en el sentido vulgar de la palabra: sólo hay "obcecados", "subyugados" y "fascinados".

242. La obsesión, como ya lo hemos dicho, es uno de los más grandes escollos de la mediumnidad; es también uno de los más frecuentes; así es que todos los cuidados serían pocos para combatirla, porque además de los inconvenientes personales que pueden resultar de esto, es un obstáculo absoluto para la bondad y la veracidad de las comunicaciones. La obsesión, en cualquier grado que esté, es siempre el efecto de una sujeción y esta sujeción, no pudiendo nunca ser ejercida por un Espíritu bueno, resuelta de esto que toda comunicación dada por un médium obcecado es de origen sospechoso y no merece ninguna confianza. Si alguna vez se encuentra algo bueno, es menester tomarlo y arrojar todo lo que es simplemente dudoso.

243. Se conoce la obsesión con los caracteres siguientes:

1º Persistencia de un Espíritu en comunicarse contra la voluntad del médium, por la escritura, el oído, la tipología, etc., oponiéndose a que otros Espíritus puedan hacerlo.

2º Ilusión que, no obstante la inteligencia del médium, le impide el reconocer la falsedad y el ridículo de las comunicaciones que recibe.

3º Creencia en la infalibilidad y en la identidad absoluta de los Espíritus que se comunican y que, bajo nombres respetables y venerados, dicen cosas falsas o absurdas.

4º Confianza del médium en los elogios que hacen de él los Espíritus que se le comunican.

5º Propensión a separarse de las personas que pueden darle avisos útiles.

6º Tomar a mal la crítica con respecto a las comunicaciones que reciben.

7º Necesidad incesante e inoportuna de escribir.

8º Sujeción física dominando la voluntad de cualquiera y forzándole a obrar o a hablar a pesar suyo.

9º Ruidos y trastornos de cosas persistentes a su alrededor y de los que se es la causa o el objeto.

244. En presencia del peligro de la obsesión se dice uno que el ser médium será una cosa desagradable; ¿no es esta facultad la que la provoca, en una palabra, no es esto una prueba inconveniente de las comunicaciones espiritas?

Nuestra contestación es fácil y rogamos que se medite con cuidado. No son los médiums ni los espiritistas los que han creado a los Espíritus, sino que los Espíritus son la causa de que haya espiritistas y médiums; no siendo los Espíritus otra cosa que las almas de los hombres, hay, pues, Espíritus desde que hay hombres, y por consiguiente han ejercido en todo tiempo su influencia saludable o perniciosa sobre la humanidad. La facultad medianímica no es para ellos sino un medio para manifestarse; en defecto de esta facultad lo hacen de mil maneras distintas más o menos ocultas. Sería, pues, un error creer que los Espíritus ejercen su influencia sólo por las comunicaciones escritas o verbales; esta influencia es de todo los instantes, y aquellos que no se ocupan de los Espíritus y que ni creen en ellos están expuestos como los otros y aún más porque no tienen contrapeso.

La mediumnidad es para el Espíritu un medio de hacerse conocer; si es malo se hace siempre traición por hipócrita que sea; puede, pues, decirse, que la mediumnidad permite que se vea a su enemigo frente a frente si uno puede expresarlo así, y combatirle con sus propias armas; sin esta facultad obra en la oscuridad y al favor de su invisibilidad puede hacer, y hace en realidad, mucho mal. ¡A cuántos actos no está uno impulsado por su desgracia, y que se hubieron evitado si hubiese habido un medio de ilustrarse! Los incrédulos no creen decir tanta verdad cuando dicen de un hombre que se extravía con obstinación: "Un mal genio e empuja hacia la perdición". De este modo el conocimiento del Espiritismo, lejos de dar imperio a los malos Espíritus, debe tener por resultado en un tiempo más o menos próximo, y cuando se habrá propagado, "el destruir este imperio" dando a cada uno los medios de ponerse en guardia contra sus sugestiones, y el que sucumba a nadie podrá culpar sino a si mismo.

Regla general: cualquiera que tenga malas comunicaciones espiritistas, escritas o verbales, está bajo una mala influencia; esta influencia se ejerce sobre él, que escriba o deje escribir, es decir, que sea o no médium, que crea o no crea. La escritura da el medio de asegurarse de la naturaleza de los Espíritus que obran sobre él y de combatirles si son malos, lo que se hace aun con más éxito cuando viene a conocer el motivo que les hace obrar. Si es demasiado ciego para comprenderle, otros podrán hacerle abrir los ojos.

En resumen, el peligro no está en el mismo Espiritismo, puesto que puede, por el contrario, servir de comprobante y preservarnos del que corremos sin cesar, sin que los sepamos; está en la orgullosa propensión de ciertos médiums en creerse, con demasiada ligereza, los instrumentos exclusivos de Espíritus superiores, y en la especie  de fascinación que no les permite comprender las tonterías de los que son los intérpretes. Aquellos mismos que no son médiums pueden dejarse engañar.

Citemos una comparación. Un hombre tiene un enemigo secreto que no conoce y que esparce contra él, por bajo mano, la calumnia y todo lo que la más negra maldad puede inventar; ve perder su fortuna, alejarse sus amigos, turbada su felicidad interior, no pudiendo descubrir la mano que le hiere, no puede defenderse y sucumbe; pero viene un día que este enemigo secreto le escribe, y sin embargo de su astucia se hace traición. He aquí, pues, a su enemigo descubierto y puede confundirle y remontarse. Tal es el papel de los malos Espíritus, que el Espiritismo nos da la posibilidad de conocer y descubrir.

245. Los motivos de la obsesión varían según el carácter del Espíritu; muchas veces es una venganza que ejerce sobre un individuo de quien ha tenido que quejarse durante su vida o en otra existencia; a menudo no tiene otra razón que el deseo de hacer mal; como sufre, quiere hacer sufrir a los demás; halla una especie de gozo en atormentarles, en vejarles; de este modo la impaciencia que se le demuestra le excita, porque tal es su objeto, mientras que se le cansa por la paciencia; irritándose, demostrando despecho, se hace precisamente lo que él quiere.

Estos Espíritus obran algunas veces por ira y por celos del bien; por esto dirigen sobre las gentes honradas sus intenciones maléficas. Uno de ellos se ha unido como una polilla a una honrada familia conocida nuestra, que por lo demás no tiene la satisfacción de tomarla por juguete; preguntado por el motivo que tenía para atacar a las buenas gentes, más bien que a los hombres malos como él, contestó: "estos no me causan envidia. Otros están guiados por un sentimiento de maldad que les conduce a aprovecharse de la debilidad moral de ciertos individuos que saben que son incapaces de resistirles. Uno de estos últimos que subyugaba a un joven de inteligencia muy limitada, preguntado por los motivos de la elección, nos contestó: "Tengo una necesidad muy grande de atormentar a alguno; una persona razonable me rechazaría; me arrimo a un idiota que no me opone ninguna virtud".

246. Hay Espíritus obsesores sin malicia, que son algo buenos, pero que tienen el orgullo del falso saber; tienen sus ideas y sus sistemas sobre la ciencia, la economía social, la moral, la religión, la filosofía; quieren hacer prevalecer su opinión y al efecto buscan médiums bastante crédulos para que les acepten con los ojos cerrados, a quienes fascinan para impedirles que puedan distinguir lo verdadero de lo falso. Estos son los más perjudiciales, porque los sofismas no les cuestan nada y de este modo pueden acreditar las utopías más ridículas; como conocen el prestigio de los grandes nombres no tienen ningún escrúpulo en servirse de aquellos ante los cuales uno se inclina con respeto, y tampoco retroceden por el sacrilegio de nombrarse Jesús, Virgen María o un santo venerado. Procuran deslumbrar por un lenguaje pomposo, más pretencioso que profundo, erizado de términos técnicos y adornado de grandes palabras de caridad y de moral: se guardarán de dar un mal consejo, porque saben bien que serían despedidos; además, los que son sus víctimas les defienden porfiadamente diciendo: ya veis que nada dicen de malo. Pero la moral no es para ellos sino un pase; es el menor de sus cuidados; lo quieren ante todo es dominar e imponer sus ideas aunque estén desprovistas de razón.

247. Los Espíritus sistemáticos generalmente son bastante aficionados a escribir; por esto buscan los médiums que escriben con facilidad y de los que procuran hacerse instrumentos dóciles y sobre todo entusiastas, fascinándoles. Son casi siempre habladores, muy prolijos, procurando compensar la calidad por la cantidad. Se complacen en dictar a sus intérpretes escritos voluminosos e indigestos y a menudo poco inteligibles, que felizmente tienen por antídoto la imposibilidad material de ser leídos por las masas. Los Espíritus verdaderamente superiores son sobrios de palabras; escriben poco y dicen mucho; además esta prodigiosa fecundidad debe ser siempre sospechosa.

No podríamos ser bastante circunspectos cuando se trata de publicar estos escritos; las utopías y las excentricidades, de las que abundan mucho, y que chocan con el buen sentido, producen una molesta impresión sobre las personas novicias, dándoles una idea falsa del Espiritismo, sin contar que estas son armas de las cuales se sirven sus enemigos para ponerlo en ridículo. Entre estas publicaciones las hay que sin ser malas y sin dimanar de una obsesión pueden ser miradas como imprudentes, "intempestivas" o poco hábiles.

248. Acontece muchas veces que un médium no puede comunicarse sino con un solo Espíritu, que se une a él y responde por aquellos que son llamados por su mediación. Esta no es siempre una obsesión, porque puede dimanar de una falta de flexibilidad del médium y de una afinidad especial de su parte por tal o cual Espíritu. No hay obsesión propiamente dicha sino cuando el Espíritu impone y aleja a los otros por su voluntad; lo que nunca es el hecho de un Espíritu bueno. Generalmente el Espíritu que se apodera del médium con la idea de dominarle, no sufre el examen crítico de sus comunicaciones; cuando ve que no son aceptadas y que se discuten, no se retira pero inspira al médium el pensamiento de aislarse y muchas veces se lo manda.

Todo médium que se resiente de la crítica de las comunicaciones que recibe es el eco del Espíritu que le domina, y este Espíritu no puede ser bueno desde el momento que le inspira un pensamiento ilógico, el de rehusar su examen. El aislamiento del médium es siempre una cosa mala para él, porque no tiene ninguna comprobación para sus comunicaciones. No solamente debe cerciorarse por el aviso de un tercero, sino que le es necesario el estudiar todas las clases de comunicaciones para compararlas; aislándose en las que obtiene, por muy buenas que le parezcan, se expone a hacerse ilusión sobre su valor sin contar que no puede conocerlo todo y que versan siempre, poco más o menos, sobre un mismo asunto.

249. Los medios de combatir la obsesión varían según el carácter que reviste. El peligro, realmente, no existe para todo médium que está bien convencido de que debe habérselas con un Espíritu mentiroso, como esto tiene lugar en la obsesión simple; para él no es más que una cosa desagradable. Pero por lo mismo que esto le es desagradable, con tanta más razón el Espíritu se encarniza con él para vejarle. Dos cosas esenciales deben hacerse en este caso. Primero, probar al Espíritu que uno no es su juguete, y que le es "imposible" el engañarnos; segundo, gastar su paciencia, mostrándose más  paciente que él; si está bien convencido que pierde el tiempo, concluirá por retirarse, como lo hacen los importunos cuando no se les escucha.

Pero no siempre basta esto, y puede ser largo porque los hay que son tenaces, y para ellos los meses y los años son poca cosa. En tal caso el médium debe hacer una evocación ferviente a su buen ángel guardián, lo mismo que a los buenos Espíritus que le son simpáticos, y rogarles que le asistan. Con respecto al Espíritu obsesor, por malo que sea, es menester tratarle con severidad, pero con benevolencia, y vencerle con buenos procederes, rogando por él. Si realmente es perverso, se burlará al principio; pero moralizándole con perseverancia, finirá por enmendarse: es la empresa de una conversión, tarea muy a menudo penosa, ingrata, aun repugnante, pero cuyo mérito está en la dificultad, y que si se cumple bien queda siempre la satisfacción de haber llenado un deber de caridad y muchas veces el haber conducido al buen camino un alma perdida.

Conviene igualmente interrumpir toda comunicación escrita desde el momento que se reconoce que viene de un Espíritu malo que no quiere entender la razón, a fin de no darle el placer de ser escuchado. Aun en ciertos casos puede ser útil el dejar de escribir por algún tiempo; cada uno debe conducirse según las circunstancias. Pero si el médium escribiente puede evitar estas conversaciones, absteniéndose de escribir, no sucede lo mismo con el médium auditivo que el Espíritu obsesor persigue algunas veces a cada momento con sus palabras groseras u obscenas, y que ni siquiera tiene el recurso de taparse los oídos. Por los demás es menester reconocer que ciertas personas se divierten con el lenguaje trivial de esta clase de Espíritus, que anima y provocan, riéndose de sus necesidades en lugar de imponerles silencio y moralizarles. Nuestros consejos no pueden aprovechar a los que quieren perderse.

250. No hay, pues, peligro, sino fastidio, para todo médium que no se deja dominar, porque no puede ser engañado; todo lo contrario sucede en la "fascinación", porque entonces el imperio que toma el Espíritu sobre aquel de quien se apodera no tiene límites. Lo único que puede hacerse con él es procurar convencerle porque está supeditado, y hacer que su obsesión venga a ser simple; pero esto no es siempre fácil, y algunas veces es imposible. El ascendiente del Espíritu puede ser tal que haga sordo al fascinado a toda clase de reflexiones y puede llegar hasta hacerle dudar, cuando el Espíritu comete alguna grosera herejía científica, si no se engaña la ciencia. Como lo hemos dicho ya, generalmente acoge muy mal los consejos; la crítica le fastidia, le irrita y le hace aborrecer a los que no toman parte en su admiración.

Sospechar de su Espíritu es casi una profanación a sus ojos y esto es, precisamente, lo que quiere el Espíritu; porque lo que él desea es que doblen la rodilla ante su palabra. Uno de ellos ejercía una fascinación extraordinaria sobre una persona de nuestras relaciones; lo evocamos, y luego después de algunas farsas, viendo que no podía negar o disfrazar su identidad, concluyó por confesar que no era aquel cuyo nombre tomaba. Habiéndole preguntado por qué abusaba de esta persona, contestó estas palabras que pintan claramente el carácter de esta clase de Espíritus: "Buscaba un hombre que pudiera conducir; lo he encontrado y me quedo con él". - Pero si se le hace ver claro os echará fuera. - "¡Esto lo veremos!" Como no hay peor ciego que aquel que no quiere ver, cuando se reconoce la inutilidad de toda tentativa para abrir los ojos del fascinado, lo mejor es dejarle en sus ilusiones. No puede curarse un enfermo que se obstina en conservar su enfermedad y se complace en ella.

251. La subyugación corporal quita a menudo al obcecado la energía necesaria para dominar al Espíritu malo; por esto es necesaria la intervención de una tercera persona, obrando sea por el magnetismo, sea por el imperio de su voluntad. En defecto del concurso del obcecado, esta persona debe tomar el ascendiente sobre el Espíritu; pero como este ascendiente no puede ser sino moral, sólo es dado el ejercerlo a un ser "moralmente superior" al Espíritu, y su poder será tanto más grande cuanto mayor será su superioridad moral, porque impone al Espíritu que se ve forzado a inclinarse ante él; por esto Jesús tenía tan grande poder para sacar lo que entonces llamaban demonios, es decir, los malos Espíritus obsesores.

Nosotros no podemos dar aquí sino consejos generales, porque no hay ningún proceder material, sobre todo ninguna fórmula, ni menos ninguna palabra sacramental que tenga el poder de echar a los Espíritus obsesores. Lo que le falta muchas veces al obcecado, es una fuerza fluídica suficiente; en este caso la acción magnética de un buen magnetizador puede serle útil y servirle de ayuda. Por otra parte, siempre es bueno tomar por la mediación de un médium seguro, los consejos de un Espíritu superior o de su ángel de la guarda.

252. Las imperfecciones morales del obcecado son, a menudo, un obstáculo para su libertad.

He aquí un ejemplo notable que puede servir de instrucción para todos: Hacía ya algunos años que varias hermanas eran víctimas de pillajes muy desagradables. Dispersados sin cesar sus vestidos por todos los rincones de la casa, hasta por el tejado, cortados, rotos y acribillados de agujeros, por más que tuviesen buen cuidado de encerrarlos bajo llave. Estas señoras, relegadas en una pequeña localidad de provincia, nunca habían oído hablar de Espiritismo. Naturalmente su primer pensamiento fue que eran el blanco de burlas de mal género; pero esta persistencia y las precauciones que tomaban les quitaron esta idea.

Después de mucho tiempo, con motivo de algunas indicaciones, creyeron oportuno dirigirse a nosotros para conocer la causa de estas desgracias y los medios de remediarlas si era posible. La causa no era dudosa; el remedio era más difícil. El Espíritu que se manifestaba por actos semejantes era evidentemente malévolo. Se mostró en la evocación de una grande perversidad e inaccesible a todo buen sentimiento. La oración pareció, sin embargo, ejercer una influencia saludable; pero después de algún tiempo de  descanso, el pillaje empezó de nuevo. Aquí está el consejo que con este motivo dio un Espíritu superior.

"Lo mejor que pueden hacer estas señoras es rogar a sus Espíritus protectores que no las abandonen; no tengo otro consejo mejor para darles; que examinen su conciencia para confesarse a sí mismas y ver si han practicado siempre el amor del prójimo y la caridad; no quiero decir la caridad que da y distribuye, sino la caridad de la lengua; porque desgraciadamente ellas no saben retener la suya, y no justifican, por sus actos piadosos, el deseo que tienen de quedar libres del que les atormenta. Les gusta mucho decir mal del prójimo, y el Espíritu que les obceca se venga, porque le hicieron padecer mucho cuando vivía. Que repasen su memoria y verán muy pronto con quién tienen que habérselas.

"Sin embargo, si consiguen mejorarse, sus ángeles guardianes se les acercarán, y su sola presencia bastará para echar fuera al Espíritu malo que se ha apoderado de una de ellas sobre todo, porque su ángel de la guarda ha tenido que alejarse en vista de los actos reprensibles o de los pensamientos malos. Lo que les falta son fervientes oraciones por los que sufren, y sobre todo la práctica de las virtudes impuestas por Dios a cada uno, según su condición".

Sobre la observación que hicimos de que estas palabras nos parecían un poco severas, y que quizá sería necesario endulzarlas para transmitirlas, el Espíritu añadió: "Yo debo decir lo que he dicho y del modo como lo digo, porque las personas en cuestión tienen la costumbre de creer que no hacen mal con la lengua, y hacen mucho. Por esto es menester impresionar su Espíritu de manera que sea para ellos una advertencia formal".

De esto se desprende una enseñanza de una gran importancia, y es que las imperfecciones morales dan lugar a los Espíritus obsesores, y que el medio más seguro de desembarazarse de ellos es el atraer a los buenos por la práctica del bien. Los Espíritus buenos tienen, sin duda, más poder que los malos, y su voluntad basta para alejarlos; pero no asisten sino a los que les secundan por los esfuerzos que hacen para mejorarse; de otro modo se alejan y dejan el campo libre a los Espíritus malos que vienen a ser de este modo, en ciertos casos, instrumentos de castigo, porque los buenos les dejan obrar con este fin.

253. Por lo demás, es menester guardarse de atribuir a la acción directa de los Espíritus todos los disgustos que pueden ocurrir; estos disgustos son, a menudo, la consecuencia de la incuria o de la imprevisión. Un labrador nos hizo escribir que hacía doce años era la víctima de toda suerte de desgracias con respecto a su ganado; tan pronto se le morían las vacas como no daban leche; lo mismo le sucedía con los caballos, los carneros o los cerdos. Hizo muchos novenarios que no remediaron el mal, lo mismo que las misas que hizo celebrar, ni los exorcismos que hizo practicar. Entonces, según las preocupaciones de los campesinos, se persuadió que se había echado una maldición sobre sus animales. Creyéndonos, sin duda, dotados de un poder para conjurar, mayor que el del cura de su lugar, nos consultó. Aquí está la contestación que obtuvimos: "La mortalidad o las enfermedades de los ganados de este hombre provienen de que sus cuadras están infestadas y no las hace reparar porque esto 'cuesta dinero' ".

“LA MUERTE DEL ALMA”

Como corolario de lo expuesto, y antes de entrar en todavía más abstrusas enseñanzas, debemos cumplir nuestra promesa, aclarando por medio de otras aserciones la pavorosa doctrina de la aniquilación personal. Desechad de vuestras mentes todo cuanto hasta aquí hayáis leído en obras tales como El Buddhismo Exotérico, y todo cuanto hayáis creído comprender de hipótesis como la de la octava esfera y la Luna, y la de que el hombre tenga un común antecesor con el simio. Aun lo por mí expuesto en The Theosophist y Lucifer, no debéis tomarlo ni aceptarlo como verdad completa, sino como ideas ampliamente generales, en que apenas se esbozan los pormenores. Sin embargo, algunos pasajes dan tal o cual insinuación, especialmente las notas puestas al pie de los artículos traducidos de las Cartas sobre Magia, de Eliphas Levi.

Sin embargo, la inmortalidad personal es condicional, pues hay hombres “desalmados”[sin alma], según algunas enseñanzas raramente mencionadas, aunque también se habla de ello hasta en Isis sin Velo. Asimismo existe un Avîtchi, llamado en rigor infierno, por más que ni geográfica ni psíquicamente tenga relación ni analogía alguna con el buen infierno de los cristianos. La verdad conocida por los ocultistas y adeptos de toda época no podía comunicarse al vulgo; y por ello, aunque casi todos los misterios de la filosofía oculta están medio encubiertos en Isis sin Velo y en los cuatro primeros volúmenes de esta obra, no me consideraba con derecho a ampliar ni a corregir pormenores ajenos. El lector puede comparar ahora estos seis volúmenes, y los diagramas y explicaciones de estos estudios, con obras tales como El Buddhismo Esotérico, para resolver por sí mismo.

A Paramâtmâ, el Sol espiritual, se le puede considerar fuera del Huevo Áurico del hombre, de la propia suerte que también está fuera del Huevo Macro cósmico o de Brahmâ. Porque, si bien cada átomo y partícula está, por decirlo así, empapado en esta esencia Paramâtmica, es impropio llamar al Paramâtmâ “Principio humano”, ni aun siquiera “Principio universal”, so pena de sugerir una falsa idea del filosófico y puramente metafísico concepto. No es él un principio, sino la causa de todos los principios. Esta última denominación la aplican los ocultistas tan sólo a la sombra de Paramâtmâ, al Espíritu universal que anima al ilimitado Kosmos, en y más allá del espacio y del tiempo.

Buddhi sirve como vehículo de esta Paramâtmica sombra. Este Buddhi es universal, como lo es también el Âtma humano. En el Huevo Áurico está Prâna, el macro cósmico pentáculo de la vida, que contiene en sí el pentagrama representativo del hombre. El pentáculo universal debe trazarse con el vértice hacia arriba, como signo de la magia blanca. Por el contrario, el pentáculo humano, con los miembros inferiores hacia arriba en forma de “cuernos de Satanás”, como les llaman los cabalistas cristianos, es el símbolo de la materia, del hombre personal y del mago negro. Porque este pentáculo invertido no representa únicamente a Kâma, el cuarto Principio en la enumeración exotérica, sino que representa también al hombre físico, al animal de carne, con todos sus deseos y pasiones.

A fin de comprender debidamente lo que sigue, conviene advertir que Manas puede simbolizarse por un triángulo superior relacionado con el Manas inferior mediante una tenue línea. Esta línea es el Antahkarana, el sendero o puente de comunicación, que sirve de lazo entre la personalidad, cuyo cerebro físico está bajo el dominio de la mente  animal, y la individualidad reencarnante, el Ego espiritual, Manas, el Manu, el “Hombre Divino”. Este Manu pensante es el único que reencarna. En rigor, las dos mentes, la espiritual y la física o animal, son una, pero están separadas en dos durante la reencarnación.

Porque mientras aquella porción de lo Divino que anima a la personalidad, separándose conscientemente del Ego Divino como pura, aunque densa sombra, se infunde en el cerebro y sentidos del feto, al séptimo mes del embarazo, el Manas superior no se une con la criatura hasta los siete años de edad. Esta desglosada esencia, o mejor dicho, el reflejo o sombra del Manas superior, se convierte, según crece el niño, en un principio distinto pensante del hombre, cuyo principal instrumento es el cerebro físico. No es, pues, maravilla que al advertir los materialistas únicamente esta “alma racional” o mente, no quieran desglosarla del cerebro y la materia. Pero la Filosofía Oculta ha resuelto hace siglos el problema de la mente, y ha descubierto la dualidad de Manas. El Divino Ego propende hacia Buddhi; y el humano Ego gravita hacia lo inferior, fundido en la Materia, unido con su mitad superior y subjetiva, sólo por el Antahkarana, único lazo de unión durante la vida, entre la conciencia superior del ego y la humana inteligencia de la mente inferior.

Para comprender completa y correctamente esta abstrusa doctrina metafísica, es preciso convencerse (aunque en vano me esforcé en convencer de ello a la generalidad de teósofos) de que la única y viviente Realidad es lo que los indos llaman Paramâtmâ y Parabrahman. Ésta es la única eterna Esencia Raíz, inmutable e inasequible a nuestros sentidos físicos, pero clara y manifiestamente perceptible a nuestras espirituales naturalezas. Una vez convencidos de esta idea básica, resulta que si la Esencia Raíz es universal, eterna, omnipresente y tan abstracta como el mismo espacio, forzosamente hemos de haber emanado nosotros de esta Esencia, y algún día habremos de restituirnos a ella; y admitido esto, lo demás resulta fácil.

Si esto es así, tendremos que la vida y la muerte, el bien y el mal, lo pasado y lo futuro,  son palabras sin sentido, o a lo sumo, figuras de dicción. Si el universo objetivo es en sí mismo transitoria falacia, porque tuvo principio y ha de tener fin, también han de ser la  vida y la muerte meros aspectos e ilusiones. Son, en efecto, cambio de estado, y nada más. La verdadera vida está en la espiritual conciencia de dicha vida, en una consciente existencia en el espíritu y no en la materia.

La verdadera muerte es la limitada percepción de la vida, la imposibilidad de tener conciencia, ni siquiera existencia individual, aparte de la forma, o por lo menos de alguna forma material. Quienes sinceramente repudien la posibilidad de la vida consciente divorciada de la materia y dela sustancia cerebral, son unidades muertas. Ahora se comprenderán las palabras del iniciado Pablo: “Porque muertos sois y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios”.

Lo cual significa: Vosotros sois personalmente materia muerta, inconsciente de su peculiar esencia espiritual; y vuestra verdadera vida está oculta con vuestro divino ego (Christos), o fundida con Dios (Âtmâ). Si la vida se aparta de vosotros, sois hombres sin alma. Hablando en términos esotéricos, todo materialista recalcitrante es un hombre muerto, un autómata viviente, por poderoso que sea su cerebro. Escuchemos lo que dice Âryâsanga al tratar de este asunto:

Tú eres aquello que no es espíritu ni materia, ni luz ni tinieblas, sino verdaderamente el contenedor y la raíz de todo esto. La raíz proyecta a cada aurora su sombra sobre sí misma, ya está sombra le llamas tu luz y vida, ¡oh pobre forma muerta! (Ésta) vida–luz fluye hacia abajo por el escalonado camino de los siete mundos, de cuyos tramos son las gradas cada vez más densas y oscuras. De esta séptuplemente septenaria escala, eres tú el fiel escalador y modelo; ¡oh diminuto hombre! Éste eres tú, pero no lo sabes.

Ésta es la primera lección que se ha de aprender. La segunda consiste en estudiar debidamente los principios del Kosmos y del hombre, clasificándolos en permanentes y perecederos, en superiores e inmortales, e inferiores y mortales; pues sólo así podremos dominar y dirigir, primero los principios cósmicos y personales, y después los impersonales y cósmicos superiores.

Una vez podamos hacerlo así, aseguraremos nuestra inmortalidad. Pero tal vez diga alguien: “¡Cuán pocos serán capaces de llevar esto a cabo! Quienes lo realizan son grandes adeptos, y nadie es capaz de alcanzar el adeptado en una breve vida. “Ciertamente es así; pero cabe una alternativa. “Si no puedes ser Sol, sé humilde planeta”. Y si aún a esto no alcanzáis, procurad al menos manteneros dentro del rayo de alguna estrella menor, de modo que su argentina luz penetre en la lobreguez que sigue el pedregoso sendero de la vida; pues sin esta divina radiación, arriesgamos perder más de lo que presumimos.

Por lo tanto, en lo concerniente a los hombres “desalmados” y a la “segunda muerte” del “alma”, mencionados en el tercer volumen de Isis sin Velo, veréis que hablé allí de esas gentes desalmadas y aun del Avîtchi, por más que no le diese este nombre. En la cita de los papiros egipcios se advierte desde luego la triada superior: Âtmâ–Buddhi–Manas. En el Ritual, llamado ahora Libro de los Muertos, el alma purificada, el Manas dual, aparece “víctima de la tenebrosa influencia del dragón Apofis”, o sea la personalidad física del hombre Kâmarrupico, con sus pasiones. “Si ha logrado el definitivo conocimiento (gnosis) de los misterios celestiales e infernales”, dela magia blanca y negra, la personalidad del difunto “triunfará de su enemigo”. Esto alude al caso de una completa reunión, después de la vida terrena, del Manas inferior, henchido de la “cosecha de la vida”, con su Ego. Pero si Apofis vence al alma, “no puede entonces ésta sustraerse a una segunda muerte”.

Estas pocas líneas de un papiro, cuya antigüedad se remonta a millares de años, contienen una completa revelación, que en aquellos días conocían únicamente los hierofantes e iniciados. La “cosecha de la vida” consiste en los más espirituales pensamientos de la personalidad, en la memoria de sus más nobles y altruistas acciones, y en la constante presencia durante su felicidad pos terrena de todo cuanto amó con divina y espiritual devoción. Recordemos que, según las enseñanzas, el alma humana, el Manas inferior, es el único y directo medianero entre la personalidad y el Ego Divino.

Lo que constituye en esta tierra la personalidad, confundida por la mayor parte de las gentes con la individualidad, es la suma de todas las características mentales, físicas y espirituales que, impresas en el alma humana, producen el hombre. Ahora bien; de todas estas características, únicamente los pensamientos purificados pueden quedar impresos en el Ego superior e inmortal, mediante la reinmersión del alma humana en su esencia, en su originaria fuente, luego de entremezclarse con su Divino Ego durante la vida, para reunirse enteramente a él después de la muerte del hombre físico.

Por lo tanto, a menos que Kâma–Manas transmita a Buddhi–Manas semejantes ideaciones personales, y tal conciencia de su “yo” como pueda asimilar el Ego Divino, nada de ese “yo” o personalidad puede sobrevivir en lo eterno. Tan sólo sobrevivirá lo digno de nuestro inmortal dios interno, lo por naturaleza idéntico a la quintaesencia divina, porque en este caso, la mismas “sombras” o emanaciones del Ego Divino son las que ascienden a él, y él las atrae para reintegrarse en su Esencia. Ningún pensamiento noble, ninguna aspiración elevada, ningún anhelo puro, ningún amor inmortal y divino puede aposentarse en el cerebro del hombre carnal, a no ser como directa emanación del Yo superior, mediante el inferior. Todo lo demás, por intelectual que parezca, procede dela “sombra”, de la mente inferior, asociada y entre confundida con Kâma; y fenece y se aniquila para siempre.

Pero las ideaciones mentales y espirituales del “yo” personal vuelven a él, como partes de la esencia del Ego, y nunca se marchitan. Así es que de la personalidad únicamente sobreviven y se inmortalizan sus espirituales experiencias, la memoria de cuanto en ella hubo de noble y bueno con la conciencia de su “yo” entre mezclada con la de los otros “yoes” personales que le precedieron. No hay inmortalidad para el hombre terreno, aparte del Ego que lo caracteriza, y es el único sobre llevador de todos sus alter egos en la tierra, y su único representante en el estado mental llamado Devachán. Sin embargo, como la personalidad últimamente encarnada tiene derecho a su peculiar estado de dicha, libre y sin mezcla de la memoria de las anteriores personalidades, sólo se disfrutan con plena realidad los resultados felices dela última existencia. El Devachán se compara a menudo al día más feliz entre los millares de “días” de una vida. La intensidad de su dicha pone al hombre en olvido de todos los demás días, hasta borrarse los recuerdos del pasado.

Esto es lo que llamamos el estado Devachánico, la remuneración de la personalidad; y en esta antigua enseñanza se funda la confusa idea del cielo cristiano, tomada, como otras muchas, de los misterios egipcios. Tal es el significado del pasaje trascrito en Isis. El alma triunfa de Apofis, el dragón de la carne. De allí en adelante, la personalidad vivirá eternamente, con sus más nobles y superiores elementos, con la memoria de sus pasadas acciones, mientras las “características” del “dragón” se extinguen en Kâma Loka. Cabe preguntar cómo puede vivir eternamente, si el período Devachánico no dura más allá de mil a dos mil años. A esto responderemos que vive eternamente, del mismo modo que el conjunto de cotidianos recuerdos vive en la memoria de cada uno de nosotros. Pueden servir de ejemplo los días de cualquier vida personal, y comparar esta vida con la del Ego Divino.

Para hallar la clave de muchos misterios psicológicos, basta comprender y recordar cuanto estamos explicando. Algunos espiritistas se han indignado contra la idea de que la inmortalidad sea condicional; y no obstante, tal es la lógica y filosófica verdad. Mucho se ha dicho ya sobre el asunto; pero nadie hasta hoy parece haber comprendido debidamente la enseñanza. Además, no basta con exponer un hecho, sino que el ocultista, o quien vaya en camino de serlo, debe saber también el porqué; pues una vez comprendido, le será más fácil desvanecer las erróneas especulaciones de otros y, lo que más importa, se le ofrecerán oportunidades de salvar a las gentes de una calamidad que, triste es decirlo, es muy frecuente en nuestros días, y de la cual vamos a tratar extensamente.

Muy poco ha de conocer la fraseología de los orientales quien no advierta en el citado pasaje del Libro de los Muertos, y en las páginas de Isis, una alegoría de las enseñanzas esotéricas, y “velos” en las palabras “alma” y “segunda muerte”. La palabra “alma” se refiere indistintamente a Buddhi–Manas y Kâma–Manas. Respecto de la frase “segunda muerte”, el calificativo de “segunda” denota que los “Principios” han de sufrir varias muertes durante su encarnación; y por lo tanto, únicamente los ocultistas comprenden el verdadero sentido de tal afirmación. Porque tenemos: 1º La muerte del cuerpo físico; 2º La muerte del alma animal en Kâma–Loka; 3º La muerte del astral Linga Sharîra, siguiendo la del cuerpo; 4º La metafísica muerte, del inmortal Ego Superior, cada vez que “cae en la materia” o encarna en una nueva personalidad.

El alma animal, o Manas inferior, la sombra del Ego Divino que de él se desglosa para animar a la personalidad, no puede en modo alguno sustraerse de la muerte en Kâma Loka, en todo caso, aquella porción de sombra que, como residuo terrestre, no puede quedar asimilada al ego.

Por lo tanto, el principal y más importante secreto relativo a la “segunda muerte”, fue y es en las enseñanzas esotéricas, la terrible posibilidad de la muerte del alma, esto es, su separación del ego durante la vida terrena. Es una muerte real (aunque con probabilidades de resurrección), que no deja vestigio alguno en la persona, pero que la convierte moralmente en un cadáver vivo. Difícil es advertir el motivo de que estas enseñanzas se hayan mantenido hasta hoy en tan riguroso secreto, cuando tanto bien hubieran causado si se difundieran entre las masas, o por lo menos, entre los creyentes en la reencarnación. Pero así fue, y no me considero con derecho a criticar la prohibición, que por mi parte mantuve hasta ahora, con promesa de no publicar la enseñanza que se me comunicó. Pero ahora recibí licencia de proclamarla a las gentes, y revelar sus dogmas en primer término a los esoteristas; quienes, luego de comprendido en toda su entereza este dogma de la “segunda muerte”, tendrán el deber de enseñarlo otros, y advertir a todos los teósofos del peligro que encierra.

Para esclarecer la enseñanza, he de ir aparentemente por caminos trillados, aunque en realidad la expongo con nueva luz y nuevos pormenores. En The Theosophist y en Isis hice sobre ella alguna insinuación, pero no logré darme a entender. Voy a explicarla punto por punto.

JUSTIFICACIÓN FILOSÓFICA DE ESTA DOCTRINA 

1º Imaginemos, por vía de ejemplo, la única, homogénea, absoluta y omnipresente Esencia en el peldaño superior de la “escala de los siete planos mundiales” dispuesta a entrar en su evolucionaria peregrinación. Según desciende su correlativo reflejo, se diferencia y transforma, primero en subjetiva, y por último en objetiva materia. Llamemos Luz Absoluta a su Polo Norte, y designemos con el nombre de Vida Única y Universal a su Polo Sur, que para nosotros es el cuarto plano o plano intermedio, tanto si empezamos a contar de abajo arriba como de arriba abajo. Señalemos ahora la diferencia: arriba, la Luz; abajo, la Vida.

La Luz es siempre inmutable; la Vida se manifiesta en innumerables aspectos y diferenciaciones. De conformidad con la ley oculta, todas las potencias latentes en lo superior se transmutan en diferenciados reflejos en lo inferior; y nada de lo diferenciado puede mezclarse con lo homogéneo. Además, no es perdurable nada de cuanto vive y alienta y tiene su ser en las hirviente solas del mundo de la diferenciación. Buddhi y Manas son los primordiales rayos de la

Llama Única; si Buddhi es el vehículo, upâdi o vâhana de la única Esencia eterna, y Manas es el vehículo de Mahat o la Ideación Divina (el Alma inteligente universal), resulta que ni Buddhi ni Manas pueden aniquilarse ni como esencia ni como conciencia. Pero si se aniquila la personalidad física con su cuerpo emocional o Linga Sharîra, y el alma animal con su Kâma. Nacen ellas en el reino de la ilusión, y han de desvanecerse como se desvanecen los blancos copos de las nubes en el azul del eterno firmamento. Quien haya leído algo atentamente esta obra, debe conocer el origen de los humanos Egos, llamados genéricamente mónadas, y lo que era antes de quedar forzados a encarnar en el animal humano.

Los seres divinos a quienes karma condujo a actuar en el drama de la vida manvantarica, son entidades de superiores y más primitivos mundos y planetas, cuyo karma no estaba agotado todavía al entrar su mundo en pralaya. Tal es la enseñanza; pero sea o no así, los Egos Superiores resultan (en comparación con las transitorias y deleznables formas humanas) seres divinos, dioses, inmortales durante el Mahâmanvantara o sean los 311.040.000.000.000 de años que forman la Edad de Brahmâ. Así como los Egos Divinos han de purificarse en el fuego del sufrimiento y delas individuales experiencias para reintegrarse en la Esencia Única, y volver de nuevo al Aum, así también las personalidades o Egos terrestres, para participar de la inmortalidad de los Egos Superiores, han de cumplir la misma obra mediante la represión de cuanto únicamente beneficie a su naturaleza inferior, y por el anhelo de transfundir su pensante principio Kâmico en el del Ego Superior. Nuestra personalidad se inmortaliza por el injerto de nuestra pensante naturaleza moral en la trínica y divina mónada, Âtmâ–Buddhi–Manas, cuyos aspectos son tres en uno y uno en tres. Porque la mónada, manifestada en la tierra por el Ego encarnante, es el Árbol de la Vida eterna, que sólo puede alcanzar quien come el fruto del conocimiento del bien y del mal, de la Gnosis o la Sabiduría Divina.

En las enseñanzas esotéricas, este Ego es el quinto Principio del hombre. Pero el estudiante que haya leído y comprendido los dos primeros Apuntes, sabrá algo más acerca de este asunto. Sabrá que el séptimo no es un Principio humano, sino el Principio universal del que participa el hombre, así como también todo átomo físico y objetivo, y todo cuanto existe en el espacio, sea sensible o no. Sabrá, además, que si el hombre está más íntimamente relacionado con dicho Principio y se lo asimila con céntuple poder, es tan sólo porque es el ser de superior conciencia en la Tierra; porque el hombre puede llegar a ser un deva o un dios en su próxima transformación, mientras que los minerales, vegetales y animales han de ser primero a su vez hombres, antes de llegar a tan alto estado.

2º ¿Cuáles son las funciones de Buddhi? En el plano físico, ninguna, a menos que esté unido a Manas, el Ego consciente. Buddhi es, respecto de la divina Esencia Raíz, lo que Mûlaprakriti respecto de Parabrahman, según la escuela vedantina; o como Alaya (el Alma universal) respecto del único y eterno Espíritu, que trasciende al espíritu. Es subhumano vehículo, un trasunto de lo Absoluto, que no puede relacionarse con lo finito y condicionado.

3º ¿Qué es Manas y cuáles sus funciones? En su aspecto puramente metafísico, Manases trasunto de Buddhi en el plano inferior, y no obstante, es tan intensamente superior al hombre físico, que para ponerse en relación con la personalidad necesita la mediación de su reflejo, la mente inferior. Manas es la Conciencia Espiritual en sí misma, y la Conciencia Divina cuando está unido a Buddhi, que es el verdadero “factor “de la Conciencia Propia (Vikâra) por medio del Mahat. Por lo tanto, Buddhi–Manas no pueden manifestarse durante sus periódicas encarnaciones, sino por medio de la mente humana o Manas inferior. Ambos están invariablemente enlazados y tienen tan escasa relación con los Tanmâtras inferiores o átomos rudimentarios, como lo homogéneo con lo heterogéneo.

Por consiguiente, la función del Manas inferior, o personalidad pensante, cuando se une con su dios o Ego Divino es paralizar y desvanecer los Tanmantras o propiedades de la forma material. Así se desdobla Manas en la dualidad de Ego y mente del hombre. El yo inferior o Kâma–Manas, alucinado por la falaz noción de existencia independiente, se cree el “productor” y soberano de los cinco Tanmâtras y cae en el Ego–ismo, en cuyo caso se le ha de considerar como Mahâbhûtico y finito, por estar relacionado con Ahankâra o la facultad personal de “egoencia”. De aquí que:

Manas [ha de considerarse como]… eterno y no eterno. Es eterno por su naturaleza atómica (paramanu rupa), como eterna substancia (dravya); y finito (kârya rupa), cuando está ligado en dualidad con Kâma (el deseo animal o volición egoística), con un producto inferior [en suma].

Por lo tanto, mientras el Ego individual, por su peculiar esencia y nirvâna. Esto parece difícil de comprender, pero resulta fácil con ayuda que perdura a través de los ciclos dela vida de la cuarta ronda, su reflejo o semejanza, el Ego personal, ha de conquistar su inmortalidad.

4º Antahkarana es el nombre de aquel puente ideal, aquella línea interpuesta entre el Ego Divino y el humano, que si bien son dos Egos durante la vida terrena se funden en un Ego en el Devachán o en el nirvâna. Esto parece difícil de comprender, pero resulta fácil con ayuda de un familiar e infantil ejemplo. Comparemos al hombre con una brillante lámpara que desde el centro de una estancia proyecta su luz sobre la pared. La lámpara es el Ego Divino; la luz reflejada es el Manas inferior; y la pared sobre que se refleja, el cuerpo físico. La porción de atmósfera que transmite el rayo de la lámpara a la pared, será el Antahkarana. Supongamos, por otra parte, que la luz así proyectada posea razón e inteligencia con la facultad de disipar, además, cuantas sombras siniestras crucen por la pared y de atraer hacia sí, en indelebles impresiones, toda la brillantez. Ahora bien; el Ego humano puede disipar las sombras o pecados, multiplicar las brillanteces o buenas obras que causan aquellas impresiones, y asegurar así por medio del Antahkarana su permanente relación, y su definitiva reunión, con el Ego Divino.

Recordemos que esto no puede ocurrir mientras retenga la más tenue mancha terrena; al paso que tampoco es posible quebrantar enteramente la relación, ni impedir la reunión definitiva, mientras haya una sola obra espiritual o potencialidad que pueda servir de nexo; pero en cuanto se extingue esta última chispa y se desvanece la postrera potencialidad, sobreviene la separación. En una parábola oriental el Ego Divino es simbolizado por el labrador que envía a sus braceros a cultivar la tierra y cosechar el fruto, y que se contenta con conservar el campo en tanto pueda ofrecerle la más mínima remuneración; pero si el terreno se esteriliza del todo, no sólo queda abandonado, sino que el bracero mismo (Manas inferior) perece.

Sin embargo, empleando el mismo símil, cuando la luz proyectada sobre la pared, o sea el racional Ego humano, llega al punto de agotamiento espiritual, desaparece el Antahkarana, ya no se transmite más luz, y la lámpara no emite rayos. Desaparece la luz, que se ha ido absorbiendo gradualmente, y sobreviene el “eclipse del alma”; el ser vive en la tierra y pasa después al Kâma Loka como un mero conglomerado de cualidades materiales; y no puede entrar en el Devachán, sino que renace inmediatamente como hombre animalizado, y como una maldición.

Por fantástico que sea este símil, nos facilitará la exacta comprensión de la idea. A no ser por medio de la entre fusión de la naturaleza moral con el Ego Divino, no hay inmortalidad para el Ego personal. Únicamente sobreviven las emanaciones más espirituales de la personal alma humana, sobre llevadora de la esencia de las obras kármicas del hombre físico; la que durante la vida terrena queda imbuida de la idea y sentimiento del “yo soy yo”, y después de la muerte física se convierte en partícula de la Llama Divina, el Ego. Se hace ella inmortal por su vigoroso injerto en la Mónada, que es el “Árbol de la Vida eterna”.

Digamos algo ahora sobre la doctrina de la “segunda muerte”, para explicar lo que le sucede al alma Kâmica humana de los hombres abyectos y malvados o de las gentes desalmadas. Este misterio será ahora explicado.

En el caso de un hombre que jamás tuvo un pensamiento que no se refiriese a su yo animal, no teniendo nada que transmitir al Ego superior, o agregar a la suma de experiencias cosechadas en pretéritas encarnaciones cuyo recuerdo ha de conservarse eternamente, el alma personal se separa del Ego por no poder injertar nada en el inmarcesible tronco cuya sabia fluyó a través de millones de personalidades semejantes a las hojas de sus ramas, que se marchitan y caen una vez cumplido su oficio.

Estas personalidades brotan, florecen y mueren; unas sin dejar vestigio, y otras después de entre fundir su propia vida con la del tronco patrio. Las personalidades o almas humanas que no dejan huella de su existencia, son las que están condenadas a la aniquilación, al Avîtchi (estado muy mal comprendido y peor descrito por algunos autores teósofos), que no solamente está en la Tierra, sino que es la misma Tierra.

En este caso, el Antahkarana fenece antes de que el yo inferior haya tenido una oportunidad de identificarse con el superior; y por lo tanto, el “alma” Kâmica se convierte en entidad separada, para vivir de allí en adelante, por un período más o menos largo, de conformidad con su karma, como criatura “sin alma”.

Pero antes de entrar en el fondo del asunto, conviene explicar con mayor claridad el significado y funciones del Antahkarana, que, según ya dijimos, puede considerarse como un angosto puente, tendido entre el Manas superior y el Manas inferior, que: A la muerte desaparece como puente o lazo de relación, y sus restos sobreviven como Kama Rûpa.

Este Kâma Rûpa es el cascarón o concha astral que los espiritistas ven surgir a veces en sus sesiones como “formas” materializadas que inconsideradamente toman por “espíritus de los muertos”. Tan lejos está de ser así que, aunque en los sueños no desaparece el Antahkarana, la personalidad se halla tan sólo medio despierta; y por tanto, se dice que durante el sueño normal está Antahkarana beodo o loco. Si tal suceden la muerte cotidiana, o sueño físico, puede juzgarse de lo que será la conciencia del Antahkarana cuando después del llamado “sueño eterno” se convierte en Kâma Rûpa.

Pero volvamos al asunto. A fin de no perturbar la mente de los estudiantes occidentales con las abstrusas dificultades de la metafísica inda, consideremos el Manas inferior, o mente, como Ego personal durante la vigilia; y como Antahkarana tan sólo en los momentos de aspiración hacia el Ego superior, en que se convierte en el medio de comunicación entre ambos. Por esta razón se le llama también “el Sendero”. De la propia suerte que los órganos físicos se debilitan y al fin se atrofian por falta de ejercicio, así también sucede con las facultades mentales; y de aquí la atrofia de la función mental inferior, llamada Antahkarana, en las naturalezas completamente materialistas y en las empedernidamente malvadas. Sin embargo, la filosofía esotérica da las enseñanzas siguientes:

En vista de que la facultad y función del Antahkarana es un medio tan necesario como el oído para oír y el ojo para ver, resulta que no debemos destruir el Antahkarana mientras no hayamos destruido por completo el sentimiento de Ahamkâra o de egoísmo personal, y llegar a ser uno con Buddhi–Manas, pues fuera como destruir un puente tendido sobre una cortadura infranqueable. El viajero no podría pasar a la margen opuesta. Aquí está la diferencia entre la enseñanza exotérica y la esotérica. La primera, según el Vedanta, dice que en tanto la mente inferior trepe por Antahkarana hacia el Espíritu (Buddhi–Manas) le será imposible adquirir la verdadera sabiduría espiritual (Jnyâna), que sólo puede alcanzarse mediante una relación con el alma universal (Âtmâ); y que únicamente se alcanza el Râja Yoga, haciendo caso omiso de la

Mente Superior.

Nosotros decimos que no es así. No es posible saltar ni un solo tramo de la escala que conduce al conocimiento. Ninguna personalidad puede ponerse en comunicación con Âtma, sino por medio de Buddhi–Manas. El intento de ser Jîvanmukta o Mahâtma, antes de ser un Adepto y aun un Narjol, es como el intento de ir desde la India a Ceilán sin cruzar el mar. Por lo tanto, se nos dice que si destruimos el Antahkarana antes de que lo personal esté completamente sojuzgado por el Ego impersonal, nos exponemos a perder el Ego por separación eterna de él, a menos que nos apresuremos a restablecer la comunicación, por medio de un supremo y definitivo esfuerzo.

Únicamente hemos de destruir el Antahkarana, luego que estemos indisolublemente unidos a la esencia de la Mente divina. Como aislado combatiente que perseguido por un ejército se refugia en un castillo y a fin de burlar al enemigo destruye primero el puente levadizo y después se defiende contra los perseguidores, así debe proceder el Srotâpatti antes de destruir el Antahkarana. O como dice un axioma oculto:

La Unidad se convierte en Tres, y los Tres engendran Cuatro. Por los Cuatro [el Cuaternario] volvemos a los Tres, y por los divinos Tres nos dilatamos en lo Absoluto. La mónada que se convierte en dualidades en el plano de diferenciación, y en tríadas durante el ciclo de las encarnaciones, ni aun encarnada está limitada por el espacio ni detenida por el tiempo, pero se difunde por los inferiores principios del cuaternario, y es omnipresente y omnisciente por naturaleza. Mas esta omnisciencia es innata; y sólo puede manifestar su luz refleja, por medio de lo que al menos sea semi terrestre o semimaterial; como el cerebro físico que es a su vez el vehículo del Manas inferior, entronizado en Kâma Rûpa. Éste es el que se va aniquilando gradualmente en los casos de “segunda muerte”.

Pero esta aniquilación no significa la simple discontinuidad de la vida humana sobre la tierra sino que expulsados para siempre de la conciencia de la individualidad, el Ego reencarnante, los átomos y vibraciones físicas de la entonces ya separada personalidad, se encarnan inmediatamente en la misma Tierra en una criatura todavía más abyecta, que sólo tiene de humano la forma, y queda condenado a tormentos Kármicos durante su nueva vida; con más que, si persiste en su criminal o disoluta conducta, habrá de sufrir una larga serie de reencarnaciones inmediatas.

Ahora se nos presentan las cuestiones que entrañan estas dos preguntas: 1ª ¿Qué es del Ego Superior en tal caso? 2ª ¿Qué clase de animal es una criatura humana sin alma? Pero antes de responder a ellas he de advertir a los lectores nacidos en países cristianos, que la fábula relativa a la redentora misión de Jesús, tal como hoy se entiende, la forjaron algunos iniciados de extremada liberalidad, tomándola del misterioso y fatal dogma de la terrena experiencia del Ego reencarnante. En verdad, éste es la víctima propiciatoria de su propio karma en pretéritos manvantaras, que contrae voluntariamente el deber de salvar a lo que sin él serían personalidades u hombres desalmados. La verdad oriental resulta así más lógica y filosófica que la ficción occidental.

El Christos, o Buddi–Manas de cada hombre, no es un Dios completamente inocente y sin mancha, aunque en cierto sentido sea el “Padre”, esencialmente idéntico al Espíritu universal, y al mismo tiempo el “Hijo”, puesto que Manas es el segundo trasunto del “Padre”. El divino Hijo echa sobre sí, al reencarnarse, los pecados de todas las personalidades que ha de animar; y esto sólo puede hacerlo por medio de su mandatario o reflejo, el Manas inferior. El único caso en que el Ego Divino puede sustraerse a la individual penalidad y responsabilidad como Principio guiador, es cuando se separa de la personalidad, porque entonces, la materia, con sus físicas y astrales vibraciones, por la misma intensidad de sus combinaciones, se emancipa del dominio del Ego. El dragón Apofis vence; y el Manas reencarnante se separa poco apoco de su tabernáculo, hasta desprenderse por completo del alma psíquico–animal.

Así, en respuesta a la primera pregunta, diremos:

1º El Ego Divino recomienza inmediatamente, a impulsos de su karma, una nueva serie de encarnaciones, o bien se refugia en el seno de su madre, el Âlaya o Alma Universal, cuyo manvantarico aspecto es Mahat. Libre de las impresiones de la personalidad, se sumerge en una especie de intervalo nirvânico, en donde sólo puede haber el eterno presente, que absorbe lo pasado y lo futuro. Por ausencia del “labrador” se pierden campo y cosecha; y el dueño, en la infinidad de su pensamiento, no conserva recuerdo de la finita, fugaz e ilusoria personalidad, que entonces se aniquila.

2º El porvenir del Manas inferior es más terrible y todavía mucho más terrible para la humanidad que para el ahora hombre–animal. Suele suceder que después de la separación, el alma, entonces sumamente animal, se extingue en Kâma Loka como las demás almas animales; pero dado que lo más material es la mente humana y lo que más dura, aun en el período intermedio, ocurre frecuentemente que después de terminada la vida del hombre sin alma, vuelve a reencarnar en personalidades cada vez más abyectas.

El impulso de la vida animal es demasiado intenso y no puede agotarse tan sólo en una o dos existencias. Sin embargo, en raros casos, cuando el Manas inferior está destinado a aniquilarse por consunción; cuando no hay esperanza de que ni la más leve luz, a favor de ciertas condiciones, atraiga a sí a su Ego patrio, y el karma conduzca al Ego Superior a nuevas encarnaciones, entonces puede suceder algo más espantoso.

El despojo Kâma–Manásico puede convertirse en lo que los ocultistas llaman “el Morador del Umbral”. Este no es el morador tan gráficamente descrito en Zanoni, sino una verdad de la Naturaleza, y no una ficción o leyenda, por bella que pueda ser. Sin embargo, Bulwer debió de tomar la idea de algún iniciado oriental. Este Morador, conducido por la afinidad y la atracción, se abre paso en la corriente astral, a través de la envoltura áurica del nuevo tabernáculo habitado por el Ego patrio, y declara la guerra a la luz inferior que lo ha sustituido. Sin embargo, esto sólo puede ocurrir en el caso de que la personalidad así obsesa sea en demasía débil; pues ningún hombre virtuoso y de conducta recta puede tener semejante riesgo, sino únicamente los de corazón depravado. Roberto Luis Stevenson vislumbró algo de esto al escribir su obra titulada: El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, que es una verdadera alegoría. Todo discípulo echará de ver en esta obra un fondo de verdad, y en Mr. Hyde un Morador, un obsesor de la personalidad, el tabernáculo del espíritu patrio.

Cierto sujeto que ya no forma en nuestras filas, y que estaba obsesionado por un “Morador” señaladísimo, un “Mr. Hyde” que lo acompañaba casi siempre, me decía a menudo que todo esto era “un cuento de pesadilla”, objetando que “cómo era posible cosa semejante sin que uno se diese cuenta de ello”. Sin embargo, así sucede; y antes de ahora dije algo acerca del particular en The Theosophist:

El alma, la mente inferior, se convierte por costumbres viciosas en un principio semi animal, casi paralítico, y prosigue gradualmente inconsciente de su mitad subjetiva, el Señor, uno de la poderosa hueste; [y] en proporción al rápido desarrollo del cerebro y los nervios, el alma personal pierde en definitiva, más o menos tarde, la vista de su divina misión en la tierra.

Verdaderamente:

El cerebro se alimenta y vive y crece, como el vampiro, a expensas de su padre espiritual…y el alma personal medio inconsciente se hace insensata, sin esperanza de redención, sin facultad de escuchar la voz de su Dios. Anhela únicamente comprender con mayor amplitud la vida natural y terrena; y así sólo puede descubrir los misterios de la naturaleza física…

Comienza por morir virtualmente durante la vida del cuerpo; y concluye por morir completamente, esto es, por quedar aniquilada como alma enteramente inmortal. Semejante catástrofe puede ocurrir muchos años antes de la muerte física. “Nos codeamos con gentes desalmadas en todas las circunstancias de la vida”. Y cuando llega la muerte… ya no hay allí un Alma (el Ego Espiritual reencarnante) para liberar… pues ésta se apartó años antes.

En resumen: Desposeída de sus Principios reguladores, y vigorizada por los elementos de Kâma–Manas, la personalidad deja de ser una “luz derivada” y se convierte en Entidad independiente, para hundirse más y más en el plano animal; hasta que, llegada la última hora de su cuerpo, sucede una de estas dos cosas: o renace inmediatamente Kama–Manas en Myalba; o, si su maldad es extrema, a veces queda para fines Kármicos en su activo estado de Avîtchi, en el aura terrestre. Entonces la desesperación sume a la personalidad desalmada en la ilimitada maldad del mítico “diablo”; y persisten sus elementos, impregnados con la esencia de la materia, porque el mal es propio dela Materia separada del Espíritu. Y cuando su Ego superior reencarna nuevamente, revestido de otro reflejo, o Kâma–Manas, el condenado Ego inferior, semejante a un monstruo de Frankenstein, se sentirá atraído hacia el padre que lo repudiara, y se convertirá en un ordinario “Morador en el Umbral” de la vida terrena.

Ya insinuamos tiempo atrás algo de la doctrina oculta, pero sin entrar en pormenores; y en consecuencia, tuvimos cierta perplejidad al explicarlos. Sin embargo, escribimos bastante explícitamente acerca de los “inútiles zánganos” que se niegan a ser colaboradores de la Naturaleza y perecen a millones durante el manvantarico ciclo de vida; aquellos que, como los del caso de que se trata, prefieren estar sufriendo continuamente en el Avîtchi bajo el imperio de la ley kármica, a desasirse “del mal”, y por último, los que colaboran destructoramente en la obra de la Naturaleza.

Estos son hombres en extremo malvados y abyectos; pero no obstante, tan elevada e intelectualmente espirituales para todo lo que significa el mal, como los que son espirituales para el bien.

Los Egos (inferiores) de éstos tienen la posibilidad de escapar de la ley final de destrucción o aniquilación en las edades por venir.

Así tenemos en la Tierra dos clases de seres desalmados. Los que han perdido su Ego Superior en la actual encarnación, y los que ya nacieron sin alma, por haberse separado de su Ego Superior en la vida precedente. <<Los primeros son candidatos al Avîtchi; los otros son “Mr. Hydes”, obsesores en cuerpo humano o fuera de él, es decir, ora encarnados, hora invisibles, pero poderosos fantasmas>>.

Tales hombres llegan a indecible grado de astucia; y sólo quienes estén familiarizados con la secreta enseñanza en este punto, sospecharían que sean seres sin alma, pues ni la religión ni la ciencia presumen siquiera estos hechos naturales.

Sin embargo, la personalidad que a causa de vicios haya perdido su Ego Superior, tiene aún esperanza de recuperarlo mientras viva en cuerpo físico; y puede redimirse por la conversión de su naturaleza material. Porque un intenso dolor de contrición, un arrepentimiento sincero o una sola ardiente súplica al Ego separado, y más que nada, el firme propósito de la enmienda, bastan para que de nuevo pueda volver el Ego Superior.

Aún no está roto por completo el lazo de unión; y si bien el Ego no es ya fácil de alcanzar, porque la “destrucción de Antahkarana” la personalidad tiene ya un pie en Myalba, todavía no se ha apartado enteramente de la esfera de una vigorosa invocación espiritual. En Isis sin Velo hicimos otra afirmación sobre este asunto.

Dícese que tan terrible muerte se puede evitar algunas veces por el conocimiento del nombre misterioso, de la “palabra”. Todos sabéis que esta “palabra” no es una palabra, sino un sonido, cuya potencia está en el ritmo o acento. Esto significa sencillamente que los mismos malos pueden redimirse y detenerse en el sendero de la perdición, por virtud del estudio de la ciencia sagrada; pero si no están en unión con su Ego Superior, de nada les servirá la “Palabra” aunque cotidianamente la repitan diez mil veces como un papagayo; sino que, al contrario, producirá efectos inversos, porque los “Hermanos de la Sombra” la emplean muy a menudo para siniestros fines, en cuyo caso despierta y agita exclusivamente los nocivos elementos materiales de la Naturaleza.

Pero el hombre bueno, que sinceramente propende hacia su Yo superior, que es el mismo Aum, por mediación del Ego Divino que corresponde a la tercera letra, así como Buddhi a la segunda, repele todos los ataques del dragón Apofis. Mucho se espera de aquellos a quienes mucho se les dio. A quien llame a la puerta del Santuario con pleno conocimiento de su santidad y después de admitido retroceda desde el umbral, o se vuelva en redondo, diciendo: “¡Esto no vale nada!”, y con ello desperdicie la coyuntura de aprender la verdad entera, no le queda otro recurso que aguardar los efectos de su karma.

Tales son, pues, las explicaciones esotéricas de lo que tan perplejos dejó a quienes creyeron ver contradicciones en varios escritos teosóficos. Pero antes de dar por terminado el asunto, debemos añadir un consejo de precaución, que se ha de retener cuidadosamente en la memoria. A los esoteristas les parecerá muy natural que ninguno de ellos pueda pertenecer al orden de gentes desalmadas, y que, por lo tanto, no han de temer al Avîtchi, como el buen ciudadano no teme al código penal. Aunque tal vez no estéis todavía en el Sendero, estáis sin duda bordeándolo, y muchos de vosotros ciertamente en derechura. Entre las leves faltas inevitables en el ambiente social, y la espantosa maldad descrita en la nota del editor de la obra Satán, de Eliphas Levi, media un abismo. Si no nos hemos “inmortalizado en el bien por identificación con (nuestro) Dios” o Aum (Âtmâ–Buddhi–Manas), seguramente no nos hemos hecho “inmortales en el mal”, tampoco, por identificación con Satán (el yo inferior).

Sin embargo, olvidáis que todo tiene un principio; que el primer resbalón en la escotadura de una montaña es el necesario antecedente para despeñarse y caer en brazos de la muerte. Lejos de mí la sospecha de que algún estudiante esotérico haya llegado a un bajo punto del plano de descenso espiritual. Sin embargo, a todos aconsejo que eviten dar el primer paso. Tal vez no lleguéis al fondo del abismo en esta vida ni en la próxima, pero pudierais engendrar las causas de vuestra segura ruina espiritual en la tercera, cuarta, quinta o más, de las subsiguientes existencias.

En la gran epopeya inda se lee que una madre, cuyos hijos todos habían muerto en la guerra, se quejaba a Krishna diciendo que a pesar de tener la suficiente visión espiritual para escudriñar hasta cincuenta de sus anteriores encarnaciones, no veía en sus atrasadas culpas fuerza bastante para engendrar tan terrible karma, a lo que respondió Kríshna: “Si tú pudieras retrover tu quincuagésima primera vida, como yo la veo, te verías matando con retozona crueldad el mismo número de hormigas que el de hijos que ahora has perdido”. Naturalmente, esto es una figura poética; pero representa, con extraordinario vigor, la imagen de cómo causas en apariencia fútiles, producen enormes resultados.

El bien y el mal son relativos; y se agravan o aminoran de conformidad con el medioambiente. El hombre que pertenece a la llamada “masa anónima de la humanidad”, al vulgo ignorantón, es irresponsable en muchos casos. Los crímenes cometidos por ignorancia (Avidyâ) entrañan responsabilidad (Karma) física, pero no moral. Ejemplos de ello tenemos en los idiotas, niños, salvajes y gentes rudas que no saben otra cosa. Otro caso muy distinto es el de quien ha contraído un compromiso con su yo superior. No se puede invocar impunemente a este Divino Testigo; y una vez que nos colocamos bajo su tutela, pedimos a la radiante Luz que ilumine los tenebrosos rincones de nuestro ser.

Con ello impetramos conscientemente de la divina justicia del karma, que tome en cuenta nuestros propósitos, que escudriñe nuestras acciones y lo anote todo en nuestro historial. El paso que entonces damos, es tan irregresible como el del niño que nace. Nunca jamás podemos restituirnos al estado de Avidyâ e irresponsabilidad. Aunque huyamos a las más apartadas regiones de la Tierra, y nos ocultemos a la vista de las gentes, o busquemos olvido entre el tumulto de los agitados remolinos mundanos, allí nos encontrará esa Luz para delatar nuestros pensamientos, palabras y obras.

Todo cuanto H.P.B. puede hacer es enviaros a todos cuantos esto leáis, su más sincera y fraternal simpatía envuelta en el deseo de que lleguen a bien vuestros esfuerzos. No desmayéis empero, sino, por el contrario, perseverad en el intento; pues nada importan veinte caídas, si les siguen denodados empeños en escalar las alturas. ¿No se llega así a la cumbre de las montañas? Y tener también presente que si karma anota inflexiblemente en la cuenta de un esoterista, culpas que deja pasar por alto en la de un ignorante, también es cierto que cada buena acción del esoterista es centuplicadamente más intensa, y poderosa para el bien, por razón de su asociación con el yo Superior.

Por último, no olvidéis que aunque no veáis al Maestro en vuestra alcoba, ni oigáis ni el más leve rumor en el tranquilo silencio de la noche, allí está la Santa Potestad, la Santa Luz que resplandece en la hora de vuestras espirituales necesidades y aspiraciones; y no será culpa de los maestros, ni de su humilde sierva y pregonera, si alguno de vosotros, por perversidad o flaqueza moral, se aparta de las potencias superiores y se deja arrastrar por la pendiente que conduce al Avîtchi.

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